El coronavirus y el espejo

OPINIÓN

22 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

I. España

Hay una positividad en la gestión del Gobierno de la crisis provocada por el coronavirus. Exclusivamente una: que puede hacerlo todavía peor. Con este «puede» nos referimos tanto a la actuación en el inicio como a la actual, y también hasta los tres o cuatro próximos días. Más allá es una incógnita, aunque quizá no debería ser una incógnita de evaluar el camandulear de la díada Sánchez-Iglesias.

En efecto, no está asegurada una evaluación de futuro, que esa díada comprenda los datos que arrojen la nueva evaluación, porque antes de la propagación de la pandemia en España, se tenía información suficiente e incontestable de lo que pasaría y cómo se podría evitar, información que llegaba de Oriente, primero, luego de Italia, y que no fueron sopesados conforme a la naturaleza dañina del virus. El Gobierno es el responsable de un número amplio de muertes.

No nos conformamos aquí con achacar a los dirigentes políticos la autoría en solitario, por dejación, improvisación y falta de autoridad, de ese «número amplio de muertes». Y esto es así porque el populus hispano es copartícipe de esta escabechina por su irresponsabilidad, personalismo, y mezquindad hacia los otros. Esta conducta está más arraigada en Occidente que en los territorios del este, sur e islas asiáticas, donde la disciplina y la cooperación está frenando la infección. España, Europa en general, se está viendo tal cual es en el espejo que es el coronavirus. España, Europa en general, es una sociedad malsana, trastornada.

Pero hemos de volver a los políticos, que brotaron y medraron en esta tal sociedad. Además de no adoptar medidas contundentes a tiempo (reiteramos: sabiendo con qué rapidez se contagia el patógeno y el daño que causa), no liberó los recursos económicos y materiales necesarios para proteger a los sanitarios, las policías y, entre otros, a los ciudadanos más vulnerables (los ancianos; las residencias de ancianos son campos de exterminio, y sobremanera las de titularidad privada tendrán que rendir cuentas ante la Justicia).

Sin mascarillas, ni mucho menos las de alta protección, sin ropa propicia, sin espacios habilitados en los hospitales, sin respiradores, sin previsión de casi nada, el coronavirus se expande entre un 20 y un 30 por ciento al día, con algún que otro pico aun superior. La razón número uno es el retraso en los test generalizados a la población (Galicia ha comenzado a realizarlos desde el pasado jueves y otras regiones empiezan a seguir esta estela; Corea del Sur está frenando los contagios con esta medida, tan obvia que retrata a nuestros políticos).

El Gobierno miente. Pero no por no alarmar a la población, que las más de las veces es una coartada antidemocrática, sino que miente para soterrar la mala praxis. El mayor de los engaños es el del número de infectados. La no extensión del test y la no contabilización de miles de llamadas a los servicios de emergencia indicando que tienen síntomas y les responden que se queden en sus casas y tomen paracetamol, obliga a multiplicar por 8, 9 o 10 las cifras reales de contagios. Supongamos que hoy, domingo, los datos oficiales sean los siguientes:

Asturias, 606; la horquilla real estará situada entre los 4.848 y los 6.060.

España, 29.029; la horquilla nos llevará desde los 232.232 a los 290.290.

Mundo, 434.403; la horquilla se disparará a cifras que van desde los 3.475.224 a los 4.344.030.

II. Cataluña

El caso catalán hay que tratarlo aparte porque nos enfrentamos, por un lado, a terroristas (el Gobierno encabezando a todos los escuadrones de las SS que salen como ratas del subsuelo, entre ellos sindicalistas y progresistas variopintos) y, por otro, a defensores de terroristas (Sánchez-Iglesias). La Generalidad no es ya que no proceda a hacer test masivos, es que se niega a realizarlos a quienes evidencian portar el virus. Los hospitales son los más colapsados de España, lo que obliga incluso a los médicos secesionistas a clamar al cielo, del mismo modo que lo hacen los Mozos. El desastre sanitario de Cataluña se acerca a zancadas al argelino o al argentino.

Que esto sea así, que también los servicios sociales y públicos estén en la UCI, es consecuencia, lógica y naturalmente, del desvío masivo de dinero a la rebelión armada; están armados y son muy violentos. Un ejemplo de malversación ideológico-viral. El Instituto Nueva Historia (¡manda huevos!) acaba de recibir tres millones de euros. Esta institución golpista es la encargada del revisionismo histórico, nada sorprendente, por cuanto los revisionismos, como el del Holocausto, son una plaga. Uno de los últimos descubrimientos del INH, tras el de que Colón y Cervantes son catalanes, es que en Cataluña nacieron Leonardo da Vinci y Shakespeare. En Gran Bretaña no sentó bien, y la Prensa arremetió contra estos historiadores. Parece que en Europa se van dando cuenta de quiénes son los catalachales.

Pero han dado un paso más en el marco de la violencia: el terror. El principal terrorista es Joaquín Torra, por sí y por mandato de Carlos Puigdemont y todo el aparato de JxC, en nada contradistinto a la ETA político-militar. Empezó Clara Ponsatí con el tuit de «Madrid al Cielo». Decenas de profesores y catedráticos están enviando cartas de repulsa a la universidad escocesa donde le han dado refugio. Cabría esperar que, si esta universidad se rige por principios éticos, la expulse.

Utilizar el coronavirus como arma de guerra conlleva un sesgo asesino irrefutable. A él se ha acogido Torra enviando cartas a la Unión Europea, cartas acusadoras, falsamente acusadoras, contra el Gobierno de España. Las respuestas que recibió fueron, en román paladín (Gonzalo de Berceo), «váyase usted a tomar por el culo». Hasta ERC censuró a este nuevo Himmler.

La Unidad Militar de Emergencias (UME), no el Ejército con tanques, está desinfectando Barcelona. Como pidiendo perdón, o sea, obligado por el infame Pedro Sánchez, el jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el tarraconense Miguel Ángel Villarroya Vilalta, ha tenido que explicar desde Moncloa, por qué la UME tiene que ir a Barcelona, y a Vitoria. En el resto del país, la UME llega y actúa, y el Ejército monta hospitales de campaña. Está combatiendo una pandemia, como la Guardia Civil y la Policía Nacional. ¿Cómo se les va a pedir explicaciones? ¿Se la pedimos a los médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras?

Al igual que estos, los militares ponen en riesgo su salud. A cambio, alivian la presión asistencial en los hospitales, desinfectan los espacios públicos, van a las residencias de ancianos, proporcionan ropa, guantes y mascarillas. Nos están ayudando, protegiendo, salvando. En Cataluña y el País Vasco, el Gobierno español hace dejación de la autoridad que le confiere ser el órgano ejecutivo principal del Estado. El Gobierno español está matando, más que en ninguna otra parte, a gentes de Cataluña y el País Vasco por no imponerse a las dictaduras que es esas tierras aniquilan sin remordimientos a sus hijos (Francisco de Goya, Saturno devorando a su hijo) en sus cruzadas contra el moro (español).  

La respuesta al por qué de esta iniquidad está en el Gobierno de Sánchez-Iglesias. Ellos han dado alas al separatismo racista catalán y vasco. Ellos alientan a los terroristas (la CUP pide escupir a los militares para que se contaminen). Este Gobierno, desacreditado ya antes de la pandemia, es un golfo con el único objetivo de seguir siendo un golfo impune que tiene inmovilizado con su bota pseudo nazi al Ejército, a las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, a los demócratas (ciudadanos y partidos políticos) y a jueces y fiscales (la fiscalía ha denunciado a una mujer por difundir un vídeo falso de menores, pero no actúa contra Torra, JxC, la CUP, Urkullu, el PNV y Bildu).

Dicho con la fórmula «entre la espada y la pared». Este Gobierno está «entre la mierda y la mierda».