Es el momento de que España e Italia le echen un pulso a los países del norte

Tomás G. Morán CORONAVIRUS

OPINIÓN

La canciller alemana Angela Merkel, en una imagen de archivo
La canciller alemana Angela Merkel, en una imagen de archivo HAYOUNG JEON | EFE

01 abr 2020 . Actualizado a las 08:57 h.

Si Europa fuese EE.UU., la solución a la brutal crisis que tenemos encima sería relativamente sencilla. Se trataría de hacer lo que hizo Obama en el 2009 para salvar su economía: un plan keynesiano de estímulo salvaje, cueste lo que cueste, sin reparar en el endeudamiento. Si tienes el tamaño de EE.UU. te lo puedes permitir, porque a los inversores no les queda otra que fiarse, entre otras razones porque en algún sitio tienen que meter su dinero.

La UE reúne las mismas condiciones para hacerlo, pero no tiene políticos capaces de asumir el coste. En el 2008, siguiendo la doctrina alemana, el incremento de la deuda de la Eurozona se dedicó a salvar los bancos. Dicho de otro modo, se trasvasó dinero público para pagar a los prestamistas privados, con el consiguiente sufrimiento del sur. Ahora, la versión europea al plan Obama se financiaría con los eurobonos. Por eso nueve líderes europeos, encabezados por Francia, España e Italia, solicitaron la semana pasada la emisión de deuda conjunta con la que amortiguar el golpe a la economía comunitaria.

Pero aquí topamos con el supremacismo dominante en la opinión pública de los países del norte. Da igual el espectro ideológico, no existe un político en el norte de Europa capaz de argumentar contra la falacia de que los habitantes del sur mediterráneo somos una cuadrilla de gandules. Los que lo han intentado han sido barridos del mapa y reemplazados por fuerzas nacionalistas antieuropeas de ultraderecha. Se puede expresar como el ministro holandés de un modo más vehemente -el primer ministro portugués, António Costa, dice con acierto «repugnante»-. O se puede callar. Pero todos están presos del mismo discurso. La única con auctoritas para explicar esto bien sería Merkel, pero no tiene el coraje político para hacerlo porque sabe que mutualizar el sufrimiento que cause esta pandemia sería el camino más rápido para que la ultraderecha volviese al poder en Alemania.

Así que para evitarlo nos quieren abocar de nuevo al MEDE, el mecanismo puesto en marcha hace diez años para salir de la crisis, en este caso como un conjunto de medidas de sálvese quien pueda, en línea con la estrategia seguida para comprar material a China. Y por esta vía nos tendremos que conformar con una respuesta mucho más tímida que lo que requiere la ocasión.

Pero hay varias diferencias entre lo ocurrido hace diez años, y la crisis actual. En primer lugar, esta crisis no tiene culpables. Y por tanto no hay pecados que expiar, como ocurrió entonces. En segundo, Grecia solo hay una. En este caso vamos de la mano con Italia y Francia. Y en 15 días, todos, también Holanda, Alemania y quienes siguen pensando que esto es una gripe, podrían estar igual que nosotros. Y en tercero, lo que está en riesgo no es solo el sector financiero, sino la economía en su conjunto. Y por ello Alemania, pulmón industrial del continente, no puede dejar que el mercado europeo desaparezca bajo sus pies.

Así que es el momento de echarle un pulso a Alemania y sus aliados del norte. Existe la posibilidad de que los países que lo acuerden creen su propio sistema de eurobonos, con la petición de que el BCE los compre (en esto añoraremos a Draghi) y la amenaza de abandono del euro en caso de un no. No exageran quienes dicen que está el juego el futuro de la Unión. Merkel siempre actúa un segundo antes de que se active el botón nuclear. Y en este caso no debería de ser diferente. Será clave la postura de Macron, porque ya se sabe que Francia va siempre con los de la feria y vuelve con los alemanes de la romería. También está en juego el futuro de varias generaciones de europeos. Incluido el de aquellos que vivimos en el sur y pensamos, como ayer remarcó Feijoo, que no se debe dar ni una sola vida por perdida, sea la de quien sea y cueste lo que cueste.