La discutible dieta de sus señorías

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Chema Moya

04 abr 2020 . Actualizado a las 11:11 h.

En este país que presume de solidario, de sacrificado y de aceptar de forma casi ejemplar las medidas derivadas del estado de alarma, se ha colado de rondón un debate imprevisto: la ejemplaridad de la clase política. El motivo es el cobro de dietas de desplazamiento por sus señorías los miembros del Congreso de los Diputados y del Senado. Para situarlo en cifras, los parlamentarios cobran por ese concepto 900 euros mensuales los que residen habitualmente en Madrid y 1.900 euros los que residen en otras provincias. La cantidad total, también mensual, que supone para los gastos del Congreso se eleva a 635.000 euros.

Una dieta, como saben los asalariados que tienen derecho a ella, es una compensación o contribución de la empresa por los gastos extraordinarios de sus empleados en una misión laboral. Si, como en este caso, el concepto es «desplazamiento», se trata de compensar los gastos de traslado desde el domicilio habitual y, por ampliación, los de residencia en la ciudad donde están las instituciones. Se entiende, por tanto, que, al estar paralizada la actividad parlamentaria, no existen esos desplazamientos. Y, si no existen, no tienen por qué pagarse. Luego, es legítimo discutir su pago y su cobranza.

¡Ah!, pero sus señorías deben tener entendido que forma parte de su sueldo y al sueldo no se renuncia. Solo un diputado socialista, Odón Elorza, pidió expresamente y por escrito a la presidenta de la Cámara que dejen de abonárselo a partir de este mes de abril. «Por ética», dice Elorza. Los demás no tienen el mismo sentimiento. El PP propone crear un fondo para donaciones a la Sanidad, pero sin renunciar al cobro. Vox asegura que ya está donando la cantidad, pero no dice a quién, debe ser un secreto de confesión. Otros creen que, aunque no viajen, siguen pagando el alquiler. Y otros, finalmente, callan, no sé si por vergüenza torera, por si cuela o porque están a verlas venir.

Líbreme Dios de hacer la menor demagogia con este asunto. Solo digo que, si no existe la función -y es evidente que no existe-, tampoco debe existir el pago. Solo añado que un país que registró los horrendos datos de desempleo de marzo difícilmente puede contemplar la existencia de privilegiados que deciden ellos mismos lo que cobran, sin tocar un euro de sus percepciones. Solo apunto que millones de personas verán recortados sus ingresos, bien porque pasan a vivir de algún subsidio o bien porque sus empresas les pedirán ese sacrificio, como se les pidió en la recesión de 2008. Y solo concluyo que, en una situación dramática como la que vivimos y las que se intuyen, a esta nación le sentaría bien la ejemplaridad de sus representantes. Ejemplaridad, no se hace otra petición.