Solo nos acordamos de Santa Barbara cuando «truena»

Jessica Castaño
Jessica castaño REDACCIÓN

OPINIÓN

Tres mineros de la Brigada Central, en Langreo
Tres mineros de la Brigada Central, en Langreo

13 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Las viejas banderas de la solidaridad de clase se agitan otra vez, bajo el cielo de Asturias, pero esta vez, no en defensa del más inalienable de los derechos, sino como gratitud a los mineros. Personas que tienen un trabajo que es como una maldición, o algo muy difícil de explicar, porque la mina se mete en la venas de los hombres oscuros del carbón, y se es minero, hijo/a de minero, nietos/as de minero, de una actividad que ha sido declarada «no rentable» desde alguna cómoda e impoluta oficina de Londres o Bruselas. A la mina, al pozo, se llega muy temprano, los mineros se cambian entre bromas, de unas cadenas bajan sus ropas de trabajo, el mono ennegrecido, el casco con la lámpara, los guantes de seguridad, las baterías para las lámparas, los botines de punta reforzada, y luego las cadenas suben portando las ropas que volverán a vestir cuando salgan del pozo. Y a veces una sirena grita la tragedia y alguna cadena no vuelve a bajar. Esto, ciertamente «no es rentable».

Después caminan hacia la entrada del pozo, sin bromas, la boca de la mina impone respeto y miedo. La jaula baja hacia la oscuridad de la galería principal, y ahí se acomodan en un minúsculo tren que los conduce a otras galerías menores. La oscuridad de la mina es densa y pegajosa, como el aire impregnado de humedad y la tierra amenaza con venirse abajo. Esto, ciertamente, «no es rentable».

Por las galerías menores avanzan los mineros, con sus lámparas. El aire se vuelve más denso, y así, llegan hasta los filones, hasta los que acceden, muchas veces reptando. Polvo, cargas de explosivos, detonaciones...Esto, ciertamente, «no es rentable».

Al final de la jornada salen, y unos van al bar, y el bar vive de los mineros, otros van a la farmacia y la farmacia vive de los mineros, otros compran una camisa para su hija/o un libro, y todos los negocios viven de los mineros. El trabajo de cada uno de esos hombres oscuros permite y posibilita la existencia de muchos otros puestos de trabajo. Todo eso depende de las minas, y considerar esta realidad, ciertamente, «no es rentable».

A día de hoy, no se sabe por qué el carbón que llega de Polonia, o de las minas colombianas, es mejor y menos contaminante que el carbón asturiano. Y si lo es, nunca se destinaron los fondos suficientes para investigar cómo hacer más efectivo y menos contaminante un sector de materia energética fundamental. Solo seguimos dando un tratamiento demagógico al tema minero. Si el carbón estaba condenado se debería haber impulsado efectivas políticas de reconversión industrial que asegurasen trabajos dignos y cualificados a los que abandonarían las minas. Estas políticas, no existieron. 

Los mineros defienden la existencia de las ciudades y pueblos. El pequeño y mediano comercio, los servicios, todo lo que constituye la vida, el día a día. Y esto, ciertamente, «no es rentable».

Esos mineros, mis paisanos, hace poco se volcaron en el rescate de Julen, en el pozo de Totalán, hoy están desinfectando las Cuencas del COVID-19 y estamos orgullosos/as de ellos. Pero recordad que hay que estar orgullosos/as de su lucha y voluntad de combate, diaria. Porque no solo ahora, siempre han dando una lección de dignidad.