Skype

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

28 abr 2020 . Actualizado a las 09:53 h.

Profesionalmente no me quedó otro remedio que aprender a manejar el Skype y fue como entrar en el mundo de Los Supersónicos -aquella serie sesentera de dibujos animados que adelantó cosas como la Roomba y los drones-. En mi primera experiencia skypeana me sentí como el capitán Kirk a los mandos de la nave estelar USS Enterprise.

No me disgustó la experiencia y el viernes quedamos un grupo habitual de amigos para tomar un vino por Skype. El vino se prolongó cuatro horas y algunos se pasaron al whisky sin solución de continuidad. Resultó una velada interesante y confortable, muy en la línea de lo que van a ser las reuniones con amigos en el mundo por-venir.

Al hilo de la experiencia me vinieron a la cabeza las reflexiones que el pensador judío Yubal Noah Harari desarrolla en sus obras Sapiens y Homo Deus, con las que básicamente estaba de acuerdo hasta el advenimiento del coronavirus.

La ingeniería genética con su capacidad para manipular el genoma humano, el desarrollo de los cyborgs que multiplicarán nuestras capacidades físicas y mentales, y la posibilidad de crear vida inorgánica capaz de colonizar otros planetas por parte del ser humano actual son una realidad potencial que no sabemos si ya es real en algún lejano laboratorio subterráneo.

Harari sostiene que no dejamos de ser chimpancés evolucionados a través de pequeñas mutaciones genéticas adquiridas durante millones de años. Eso es verdad, pero avanzar un futuro como el que dibuja dista mucho de ser tan cercano como predice.

De momento, un microorganismo nos ha puesto en jaque y obligado a tomar vinos por Skype, y menos mal que los chimpancés evolucionados aún no hemos perdido esa condición y no sentimos la premura de emigrar a otros planetas ni de tener un cuerpo biónico.