Ahora, el virus de la política

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

30 abr 2020 . Actualizado a las 10:14 h.

Pedíamos hace unos días que la política no estropee los avances contra la pandemia. Y los ha estropeado. Fijémonos en la sesión de control al Gobierno de ayer. Habían pasado quince horas de la presentación del plan Sánchez y esa sesión se convirtió en una aproximación a la ruptura de todo: del bloque que sostiene al Gobierno de coalición, del intento de pacto para la reconstrucción, de los nuevos vínculos que empezaban a nacer entre Ciudadanos y el PSOE… La crisis sanitaria y la posible salida se habían politizado de la forma peor: la bronca, el partidismo y la anulación de cualquier esperanza de consenso. Es decir, lo contrario de lo que este país necesita para afrontar lo que todo el mundo considera un desastre sanitario, económico y social.

Hay que decir que Pedro Sánchez hizo méritos para ganar esa bronca. Siendo su plan un asunto de máxima trascendencia, no tuvo el detalle de contárselo a ningún otro líder, al menos para buscar alguna complicidad. Siguió demostrando que tiene coraza para resistir, pero no tiene la flexibilidad de compartir responsabilidades con las comunidades autónomas, como se demostró en la protesta de un moderado como el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo: «El plan no ha sido consensuado ni negociado». Provocó a sus aliados independentistas al elevar la provincia como unidad territorial, cuando se sabe que en Cataluña la provincia está cuestionada y en el País Vasco no se habla de provincias, sino de territorios forales. Y encomendó a los Gobiernos regionales la gestión del plan, pero dejó al Gobierno central la iniciativa y la dirección.

Fue todo un conjunto de fallos a los que los demás partidos pusieron el cristal de aumento para construir un argumentario de agravios y acusaciones como la de Pablo Casado: Pedro Sánchez miente. Mal principio para estrenar una comisión parlamentaria para afrontar soluciones a la tragedia que acababa de vaticinar la encuesta de población activa y prevén todos los informes. Y mal principio para las mesas de negociación a nivel autonómico. Comparar estas actitudes con el clima de cooperación que había en 1977 ante los auténticos Pactos de la Moncloa parece un sarcasmo cruel.

El desaliento que esto produce en la sociedad tiene que ser tremendo. Y debe de ser desolador para quienes han perdido el empleo, para quienes dependen de un ERTE y para los empresarios que están haciendo números para saber si podrán reanudar su actividad con las limitaciones que se les imponen antes de llegar a la «nueva normalidad». No me extraña que el desencanto social alcance los niveles que dicen las encuestas. Efectivamente, la clase política actual, con todas las excepciones que se quiera, es una parte del problema. Muy pocos la ven ya como solución a esta situación.