Resiliencia en tiempos de coronavirus

Tal Ben-Shahar LUCHA CONTRA EL CORONAVIRUS

OPINIÓN

PILAR CANICOBA

04 may 2020 . Actualizado a las 11:52 h.

Estos días, mientras el coronavirus se extiende a lo largo y ancho y, a la vez que el pánico se expande todavía más, ¿qué podemos hacer para estimular nuestra resiliencia? Estas son algunas acciones probadas que, más allá de fortalecer nuestro sistema inmunitario psicológico (resiliencia mental), también robustecen el sistema inmunitario de nuestro cuerpo (resiliencia física).

Lo primero que podemos y debemos hacer es concedernos el permiso necesario para ser humanos, para aceptar toda emoción, sin importarnos lo desagradable o indeseada que sea. En vez de negar o rechazar los sentimientos dolorosos asociados a esta situación -sean temor o frustración, ansiedad o enfado-, es mejor permitir que sigan su curso natural. Permitirnos ser humanos significa que en vez de suprimir nuestras emociones las expresamos, sea mediante anotaciones sobre cómo nos sentimos, conversar con personas en quienes confiamos o, simplemente, abriendo las compuertas y no reprimiendo las lágrimas. Es una paradoja que para realizar nuestro potencial para ser felices, también debemos permitirnos el ser infelices.

Expresar gratitud puede ser de ayuda en tiempos difíciles. Oprah Winfrey fue la primera, y luego también un gran número de estudios psicológicos, en decirnos que nuestros músculos de gratitud nos hacen más felices a la vez que más sanos. Por tanto, dediquen dos minutos, al despertar o antes de irse a cama, a escribir esas cosas por las que se sienten agradecidos. Es importante tener en cuenta que siempre, siempre, podemos encontrar algo que agradecer, incluso en el fragor de las dificultades. Da igual que su lista incluya asuntos mundanos o sagrados, acontecimientos relevantes o interacciones menores, asuntos novedosos o aquellos que reaparecen en su lista cada día, los beneficios que obtenemos de esta práctica pueden ser considerables. Porque cuando agradecemos la bondad, la bondad nos lo agradece a nosotros.

Resulta desafortunado que una de las primeras cosas que quedan al margen en tiempos de estrés es nuestra tendencia a movernos. Los escolares suelen sacrificar el ejercicio físico en tiempos de exámenes, igual que los trabajadores cuando se enfrentan a la presión de un plazo de entrega inminente; ¿y quién quiere añadir la incomodidad de un movimiento vigoroso a la incomodidad asociada al pánico creado por el coronavirus? Sin embargo, este es el momento más importante para ejercitarse. Y, aunque no pueda o no quiera acudir a un gimnasio, puede dar un paseo de 30 minutos al aire libre o practicar alguno de los muchos entrenamientos de intervalos de alta intensidad que están disponibles en línea. El ejercicio no solo nos fortalece físicamente, también contribuye significativamente a nuestra fortaleza psicológica.

Las relaciones son el principal predictor potencial de nuestra salud, tanto física como mental. Francis Bacon, el filósofo británico, señaló hace 400 años que «la amistad duplica las alegrías y reduce las penas a la mitad». Pasar tiempo de calidad con las personas que a uno le importan y para quienes uno también es importante es especialmente crucial en estos momentos. Y aunque el atractivo de las pantallas de ordenador, con sus actualizaciones en tiempo real y otras sirenas virtuales pueden ser más fuertes que las personas reales, no pueden aportar los beneficios psicológicos y fisiológicos de las interacciones cara a cara. Siempre que sea posible, desconecte (de la tecnología) para poder conectar (con las personas). Y, si por algún motivo esos encuentros no son posibles, los encuentros virtuales bastarán.

Una de las mejores formas de lidiar con el impacto deprimente y desmoralizador de la cascada continua de malas noticias son las distracciones. La distracción no equivale a negación. No enterramos la cabeza en la arena cuando, de vez en cuando, pensamos sobre otras cosas que no sean las amenazas del covid-19. De hecho, pensar continuamente en el virus es insano. Ver su serie de televisión favorita, escuchar música, meditar o dedicarse a cualquiera de esas actividades constituyen una forma saludable de distraerse.

Hamlet, dirigiéndose a su amigo de la infancia Rosencrantz, destaca la importancia de replantearse las cosas: «No hay nada bueno o malo, el pensamiento lo hace así». Aunque Shakespeare parece haber llevado esa idea del replanteamiento demasiado lejos, hay mucho de cierto sobre el hecho de que ejercemos un gran control sobre cómo interpretamos -y, por tanto, las experiencias- una situación. ¿Cuál es el lado positivo de la existencia del coronavirus? ¿Pasar más tiempo con nuestros seres queridos? ¿Valorar más nuestras vidas, en vez de dar por sentada nuestra salud o el status quo general? ¿Conceder más importancia al ejercicio y la alimentación saludable como formas de mejorar nuestro sistema inmunitario?

Replantearse las cosas no implica que uno debiera, o incluso deba, alegrarse de que el virus esté entre nosotros; al mismo tiempo, los replanteamientos nos facilitan una capacidad de elección sobre lo que pensamos y, por tanto, sobre lo que sentimos y hacemos. Las cosas no siempre suceden de la mejor forma, pero uno puede elegir que sucedan las mejores cosas.