¿A qué sabe una caña?

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

03 may 2020 . Actualizado a las 10:56 h.

El valor de las pequeñas cosas es incalculable. Nadie lo puede tasar. Nos han robado el mes de abril, y medio mes de marzo, y mayo y lo que queda. ¿A qué sabe el primer sorbo de una caña? Nos hemos olvidado, esenciales o no, de las rutinas que nos hacían estables, felices. Malvivimos en la nueva era de este desprendimiento de rutina sin fin. No es la nueva normalidad. Es la nueva anormalidad. Es un arresto en toda regla abusando de una estado de alarma al que nos hemos visto abocados para salvar nuestra salud por culpa de unos políticos que no tomaron las decisiones a tiempo. Los derechos de la Constitución, papel mojado. Nos han dejado sin esa espuma de un café bien hecho, con un corazón dibujado, que, a los que tomamos cortado por ser tímidos, nos sacaba la primera sonrisa del día. Ayer los que corren volvieron a sentir el viento en la cara. Una falsa sensación de libertad. Seguimos arrestados y con las horas tasadas como si fuésemos una sociedad infantilizada. Fue el Gobierno el que se comportó como críos que no hicieron los deberes. Su suspenso, su chapuza, la hemos ido corrigiendo los ciudadanos, con un comportamiento ejemplar. Son ellos los que nos robaron las horas del día, el altar de la noche. El sacrificio era necesario. Había que salvar vidas y hay que honrar todas las que se perdieron por el sumidero de un Ejecutivo de coalición inexperto en la gestión de una pandemia que se les quedó grande. ¿Cómo en toda Europa? ¿Cómo en todo el planeta? No. Tenemos ejemplos de lo contrario. De decisiones rápidas y eficaces. De Nueva Zelanda con una mujer al frente. De Portugal, aquí a nuestro lado, con otra mujer al mando de un Ministerio de Sanidad, gerente de hospital y experta en gestión médica, no como aquí que tenemos la caricatura de un atribulado filósofo que rige un departamento que hace décadas que no tiene competencias. El ministerio de Sanidad es un espejismo cervantino. Así llegaron los test de pega y las mascarillas fake que jugaron con lo que único con lo que jamás se puede improvisar: la salud y seguridad de los sanitarios. Perder una caña o un café no es nada, al lado de las biografías que han sido borradas del mapa. Esas decenas de miles de muertos, de losas, que tienen que pesar en todos los que tenían responsabilidades. Ese primer sorbo tampoco es nada al lado de los seres humanos que tenían trabajo y se encargaban de tirar esa caña perfecta y que están ahora arrumbados en el paro. Esas personas que se han quedado sin empleo, sin salario, a los que les costará mucho recuperar su futuro, por un consejo de ministros en prácticas.