Los aguacates del náhuatl

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

Cultivos Miñotos

30 may 2020 . Actualizado a las 10:33 h.

Cuando le llegó el turno, la clienta le preguntó a Ramiro, el frutero, qué tal tenía los aguacates ese día. Al siguiente en la cola, instalado a los dos metros de distancia reglamentarios, se le dibujó una leve sonrisa en el rostro. Recordaba que aguacate es la adaptación al español de la voz ahuacatl, del náhuatl, lengua en la que significa ‘fruto del aguacate’ y ‘testículo’. La homonimia no necesita explicaciones.

 El náhuatl fue el idioma del Imperio azteca. Todavía lo hablan algo más de un millón de mexicanos, pero su futuro no es muy halagüeño. La que fue declarada por Felipe II lengua oficial del virreinato de Nueva España nos ha dejado numerosos préstamos. El Diccionario recoge varios centenares. La mayoría se emplean solo en México y en algunos países centroamericanos. Pero en el español europeo también se utilizan voces de origen náhuatl, entre ellas los nombres de algunos alimentos importados de ultramar, como cacahuete, cacao, chile, chocolate, mezcal (el aguardiente que se obtiene del agave), tamal, tomate y las salsas guacamole y mole. También son voces tomadas del náhuatl azteca, chapapote, chicle, coyote, cuate (el de «Aquí hay tomate»), galpón, hule, jícara, mapache, nopal, ocelote, petaca, petate, peyote (una droga) y tiza.

 Lo más singular del sustantivo náhuatl (en ese idioma, nahuatl ‘que suena bien’) es su terminación en -tl. Es la única voz española con ese remate. Si su articulación no es muy cómoda, la del plural náhuatls es un infierno. Merecía agregarse a la bula de la que disfrutan compost, karst, test, trust y kibutz para permanecer invariables en plural.

 A lo largo del tiempo, la Academia Española ha cambiado de criterio sobre la grafía del nombre del idioma también conocido como mexicano y azteca. A finales del siglo XIX optó por nahuatle, que posteriormente convirtió en náhuatle y acabó retirando del Diccionario en el 2014. En 1970 introdujo nahua, y en 1984 náhuatl como adjetivo sinónimo de nahua y de nahuatle, y ha acabado por preferirlo, quizá por su proximidad a su étimo.

Una de las huellas del náhuatl en el español de México es la africada lateral alveolar sorda, el fonema representado precisamente por el dígrafo tl. Afortunadamente, adaptamos tomatl como tomate y tzictli como chicle, pues para los hispanohablantes europeos es difícil pronunciar aquel fonema, del que carece nuestro idioma. Será gracias a Quetzalcóatl.