Te patinan las neuronas

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

31 may 2020 . Actualizado a las 10:39 h.

A todos los hermanos del covid-19. A todos los que antes ya les patinaban las neuronas, que decía tu abuelo, mientras podaba los rosales cuando te veía con un libro en las manos, a la sombra, un día de sol. Vete a la playa, como todos los chicos, a ti te patinan las neuronas, vas a terminar mal. A los que han entendido al fin la punta del iceberg de lo que duele el miedo, esa astilla que te hace sangran el corazón en silencio, sin banda sonora o solo con la banda sonora del hastío. La hiel negra de la melancolía. La tristeza como una miel oscura, pegajosa, que te hunde en las aguas movedizas, en un pantano, en el pozo. El covid-19 ojalá haya dejado algo de solidaridad con los incomprendidos que sufren alteraciones del ánimo, que tienen un alma que se estremece como un estrella de mar balbuceando en marea baja en la orilla del gélido Atlántico en invierno.

Dicen psiquiatras y psicólogos que el confinamiento dejará secuelas. Los que ya teníamos precuelas, los compañeros del toc que hacen una misma ruta porque creen que así el día no se torcerá una vez más, los que se controlan el pulso en el cuello para contar los latidos y no saltarse ninguno, los que se miran los derrames en el ojo -hoy tengo una vena roja que no estaba ayer-, los que se comen las uñas y los dedos, ahora que no puedes llevarte nada a la boca, todos esos, ojalá reciban más compasión por quienes no creían en las enfermedades mentales. Eran muchos los que, antes de las mascarillas, llevaban una mascarilla en los ojos para quien se caía de la frenética carrera de nuestro tiempo. Si tenías gripe, te daban cariño. Si te deprimías, no te comprendía nadie. No te entendía ni el sofá en el que querías quedarte ovillado para siempre a oscuras. Son legión despiadada también los insensatos que no se tragan la fibromialgia, que no les toque nunca ni cerca. A ver si superamos esas expresiones típicas: fulano o fulana es raro o rara de carallo.

Ahora que la ansiedad, el reptil de la ansiedad, se ha instalado en el estómago de miles y miles que jamás pensaron sentir ese nudo absurdo es buen momento para tender la mano al raro o rara de carallo. Se ha multiplicado el síndrome de la cabaña por el arresto domiciliario, dicen los expertos. Pero ya eran muchos los que antes no podían salir a la calle sin temblar como una hoja rota. Los que llenaban un depósito de muchos galones de valor para cruzar una plaza o para subirse a un coche y tener que atravesar un puente, el puente se va a caer.

Las enfermedades mentales son enfermedades, no presuntas mentiras para pasar el tiempo mientras te destrozas la vida. El insomnio pertinaz pudre. Cuántos lo han descubierto con los ojos clavados y tachados en el techo de su cuarto durante esta pandemia.