Discurso del judío Steiner en Oviedo sobre lenguas (y II)

OPINIÓN

03 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«La historia judía es ante todo una historia de grandes individuos y no la historia de credos, conceptos o ritos».                Amos Oz, Los judíos y las palabras.       

Lo escribió el mismo Steiner de manera solemne: «Soy judío». Eso ya es indiscutible.

Tanto Steiner como Freud, por ser ambos judíos, judíos sin Dios, tuvieron una patria común, aunque Freud hubiese nacido en un pueblo de Moravía (Freiberg, hoy República Checa), vivido en Viena y muerto en Londres, y Steiner hubiese nacido en París, enseñado en USA y en Cambrigde (UK), lugar de su muerte, hace sólo unas semanas. Ambos, de padres judíos, genuinamente vieneses, de una Viena de los valses, de otros judíos como Malher, Schomberg y Kraus, y de un nativo, también vienés, no judío, apellidado Hitler.

En uno de los artículos del The New Yorker, Steiner escribió: «Viena fue la capital de la ansiedad, el centro del genio judío y la ciudad desde la que se filtró  el Holocausto»; en otro artículo escribió que Adolf Hitler, en las calles de Viena, «se nutrió hasta saciarse de las teorías raciales, de los histéricos resentimientos y del antisemitismo».

De ello, de su condición de judío, se derivó que Steiner escribiera libros y libros, y libros sobre libros, de comentarios interminables, infinitos, lo cual es muy propio de la exégesis y de la interpretación judía, del Talmud como de la Cábala. De ello se derivó que la lengua o las lenguas, sus problemas, y los del lenguaje, fuesen el centro de sus pensamientos y de sus investigaciones.

A la lengua dominante, a la lengua mundial, al angloamericano, se refirió Steiner en su Discurso de Oviedo, en octubre de 2001: «Es el angloamericano, que, en virtud de su dominio económico, comercial y tecnológico y de los medios de comunicación, pronto hablarán tres quintas partes de la especie humana, como primera o segunda lengua». Y ello lo explicó, la victoria de esa lengua, en Un largo sábado (Editorial Siruela 2016): «no sólo por el poderío político de los Estados Unidos, sino también por venir cargada de esperanza, lleno de promesas, mientras que otras lenguas muy importantes, en la actualidad arrastran un cansancio y tristezas evidentes».

 Por una parte, el poderío de esa lengua, el angloamericano, que es ideología del todopoderoso y mercantil neoliberalismo, y del pensamiento único, hace que estemos levantando una nueva Babel, que es «pretensión de una ciudad o torre que lleguen al cielo», que toque a los cielos, que es también crimen contra los dioses y contra la humanidad, como fue el caso del majestuoso zigurato o alta pirámide de Babilonia. En la tragedia de las Twin Towers, torres convertidas en cementerios, en el World Trade Center, en New York, algunos quisieron ver nuevamente la babélica cólera de Dios. Francisco Umbral, el 12 de septiembre de 2001, escribió en el periódico El Mundo: «El éxtasis terrorista de ayer no pasa de ser un juego de símbolos, aparte de los miles de muertos».

Habló de las lenguas en Asturias el lingüista Steiner, un lugar del lenguaje minoritario, llamado bable, que es una cuestión, un asunto, y no un problema de conflicto o de «limpieza lingüística»; unos no quieren ni hablar del bable como lengua co-oficial de Asturias y otros desean con ardor lo contrario: no dejan de reclamarlo.

El artículo 4 de la Ley Orgánica  del Estatuto de Autonomía de Asturias se limita a disponer, no siendo lengua oficial del Principado de Asturias, que el bable gozará de protección y que se promoverá su uso. A eso precisamente, a su uso y promoción, se dedica la Ley 1/1998, de 23 de marzo, del Principado de Asturias. Fue el 15 de septiembre cuando se publicó en el BOE el Instrumento de Ratificación  de la Carta Europea (de 5 de septiembre de 1992) de las Lenguas  Regionales o Minoritarias.

En ese Instrumento se indica expresamente la aplicación al bable, de las normas contenidas en la parte III de la Carta, tales como enseñanza, justicia, autoridades administrativas y vida social y económica, entre otras, y que sean «disposiciones razonablemente aplicables». España eso lo ratificó libremente, sin declaración o reserva alguna, a diferencia, por ejemplo, de lo que hizo Alemania, que ratificó con reservas. Francia, en el otro extremo, sigue aún sin ratificarlo, y ello por ser el bretón, el vasco y el occitano, lenguas que en su momento fueron utilizadas por los enemigos de la Revolución, lenguas del Ancien Regime. En conclusión, que el bable asturiano es acreedor, por leyes internas e internacionales, a ser objeto de protección y uso.

La intervención de Steiner en el Teatro Campoamor de Oviedo debió recordar lo obligatorio e incumplido acerca del bable, aunque eso parezca un sueño y una trama de novela gótica, pero en los sueños suele estar la poesía y en la gran poesía está la verdad. Jacobo Siruela, disertando sobre Kepler, recordó que éste descubrió las órbitas elípticas de los planetas gracias a los sueños: a los dreams, a los dreams, que habló Steiner en el Teatro Campoamor de Oviedo.