Somos racistas

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

YVES HERMAN | Reuters

09 jun 2020 . Actualizado a las 08:49 h.

Usted que lee y yo que escribo: somos racistas. Aunque tratemos de comportarnos como personas estupendas que se consideran iguales a los que nos rodean, tenemos los dos pies emponzoñados en una sociedad racista. Aquí no pone la otra mejilla ni Fernando Simón, santo moderno. Ojalá no hubiese diferencias. Pero las hay. Por el color de la piel. Por el sexo. Por el dinero. Y mucho me temo que lo que pasa en Estados Unidos y que es lo que ha sucedido siempre, indios y rostros pálidos, es la primera señal brutal de que el tránsito por el extraño planeta vacío y silencioso de Pandemia no nos hizo mejores, como creían los majos. Por desgracia usamos los dedos para señalar. Hay racismo por el color de la piel y por el color del dinero. Hay racismo contra gais y lesbianas. Hay racismo contra los trans. Hay racismo por la rubia de bote. Hay racismo contra el gordito. Arriba y abajo es la historia del mundo. Por mil campañas que hagamos, que son necesarias, aflora el racismo bestial, el evidente, el que no se esconde, el que utiliza la cabeza para dar cabezazos, no para pensar. Y está el otro racismo, que se multiplica hasta el infinito y más, el micro racismo que, gota a gota, es un macro racismo tremendo. Taladra la razón, como la tortura de la gota malaya. Poco a poco. El micro racismo es el de la compasión, que es forzada. Es el de la caridad, que no es más que propina de superioridad. Es el de la imagen, mira qué linda con sus rizos. Estamos en la sociedad de la apariencia, en lo que algún pensador nombró como el desierto de lo virtual, y, en un mundo de imágenes, los clichés del odio al distinto distante iban a funcionar a toda máquina, de pantalla en pantalla sin parar. Desde esta aldea gallega, que es un aparte, podemos dar clases de ver mundo. Nuestros abuelos pescaban en Cabo Verde y tienen los ojos cansados de observar. Los ojos rumiados y cansados de las vacas y los bueyes. Los que saben paciencia. Séneca: la sabiduría es la única libertad.