La conquista del poder y otras burlas

OPINIÓN

18 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Dícese que burladero es un trozo de valla  que se pone delante de las barreras o de las paredes de plazas  y corrales de toros, separada de ellas lo suficiente para que pueda refugiarse el lidiador, burlando al toro que le persigue». (Diccionario)

En anterior artículo (La burla del poder, ahora y siempre) ya dijimos que tal idea, nada novedosa y frecuente desde la Grecia oscura de muchos siglos antes de Cristo, en la época contemporánea fue también ocurrencia de escritores orgullosos como suelen ser los ingenieros, escritores de la llamada generación del tranvía, de los años 50 del pasado siglo. Ya en el Siglo de Oro, en Sevilla, hubo un burlador del mundo, llamado Don Juan, también Convidado de Piedra, para unos querubín crecido y para otros descarado libertino. Decidí ir a ello, a reírme y burlarme del Poder, debidamente parapetado, cual caballería de picador, ya que en toda burla, ha de haber burladero. Burla sin burladero, en Tauromaquia o en Política, es temeridad.

Es sabido que los extremos se tocan, y que los tristes y dramáticos escritos de Kafka y Beckett -de Literatura- tienen lectura opuesta, la cómica y de mucha risa. Escribió Félix de Azúa que Kafka deseaba que sus lectores se rieran a carcajadas de la esencia trágica de nuestra existencia. Lo mismo cabe con escritos de Filosofía, la política, como los de Maquiavelo, pudiendo ser ejemplo Príncipe bien un registrador inmatriculador de bienes eclesiásticos y/o civiles como Rajoy, bien un científico con doctorado en Economía como Pedro Sánchez.

Lo reconozco: travestir en objeto de risa al Secretario florentino, requirió estudiar mucho, desde leer al insuperable Claude Lefort, su mejor especialista, hasta el historiador Friedrich Meinecke, autor memorable de La idea de la razón de Estado en la edad moderna, con estudio preliminar de don Luís Diez del Corral. Meinecke escribió que Maquiavelo fue en el fondo un pagano, que reprochaba al cristianismo «haber hecho al hombre humilde, afeminado y débil». Añadió el florentino que «su anhelo se dirigía a dar, de nuevo vigencia a la fuerza  total del hombre natural, a la grandezza  dell´animo y la fortalezza  del Corpo».

Aquella tarde, la de 1 de junio de 2018, la del «Viva el whisky» y del bolso en escaño vacío, Rajoy pareció humilde y débil, mientras que el oponente Sánchez brillaba por su grandeza de ánimo y fortaleza del cuerpo, tal como vimos y luego nos contó Adriana Lastra, ninfa de Pedro. Un Pedro o Juan, que recordando a Agamenón el Atrida, parecía un creído y crecido toro, bufando para asustar con arrimo al burladero. Y a partir de esa victoria, la de Pedro, petrus de rostro, comenzó la brujería: ¡Brujería, brujería! dijeron los del Partido Popular, al igual que en día exclamaron los cómicos Perico Beltrán y Fernán Gómez, guionistas de ¡Bruja, más que bruja!

Y también  a partir de aquella fecha, terminó el Calculemus, que fue quehacer de progresistas e ilustrados, y de magos y místicos y del Sagrado Corazón como los vascos, del PNV o de Bildu. Y se produjo el milagro, pues, por el éxito de la moción de censura, Pedro Sánchez, el de muchas mañas al igual que Ulises peregrino, con los suyos y los otros, conquistó el Poder, buscando un arte nuevo de gobernar. «¡Milagro, milagro!» se repitió y fue la palabra adecuada, pues «todos los conceptos pregnantes de la teoría moderna del Estado son conceptos teológicos secularizados», según Carl Schmit.  

El artificio acaecido, que algunos, precipitados, denominaron de «ruptura revolucionaria», se produjo al triunfar la moción de censura sumando en el calculemus los votos de la izquierda y de la extrema izquierda, contraria al Monarca y al proceso que se inició en La Transición, también los votos de los separatistas vascos y catalanes, estos últimos muy contrariados con España por los adefesios del Procés. E incluido Podemos, de los leninistas del New age y de la deep ecology, teniendo muy claro por donde empezar, a diferencia de las dudas que tuvo el momificado Lenín, momificado como Juan XXIII, al iniciarse la Revolución rusa. La pregunta inevitable fue: ¿Iba la Derecha y sus lobbys, después de los conjuros contra Mariano, después de lo de la II República, los 40 años de Franco y la Transición, decir «aquí me las den todas»? ¿No tendría la Derecha que comprender que, después de todo eso, alguna oportunidad de llegar al Poder debería darse a la Izquierda, aunque fuera a trancas y barrancas?

Los desajustes y galimatías llegaron de inmediato por la forma de la conquista del Poder, habiendo dudas en importantes preguntas como las siguientes: ¿Quién manda aquí? ¿Dónde está el Poder? Aquella conquista del Poder fue, ciertamente, pero supo y sabe a poco. De ahí que Pedro, torero bregado y bragado, mezcla de homo demens y homo sapiens, iniciase una cruzada teológica declarando que él es el bien y los otros, las derechas, son el mal en un juego clásico entre amigos y enemigos, agonistas y antagonistas; que hiciese alarde de tener principios y/o valores aunque se apliquen con dificultad; que recordarse lo que escribiera Baudelaire de que los pueblos adoran la autoridad; que fichase a un redondo para hacer de homo loquens, o sea, para contar mentiras, y que Pedro se rodease de oráculos y pitias dirigidos por el viejo Tezanos. De la esperanza y del entusiasmo, al ganar la moción de censura, quedará la inevitable decepción. Es sabido que todo acaba en derrota.

Pedro no tiene más remedio, para seguir en el Poder, siguiendo a Maquiavelo, que hacer la fiera y el hombre, ser toro bufador y torero bailador, ser tramposa raposa y leona forzuda, hacerse querer como Fernando el Católico, hombre grande y de excelente ingenio, según Nicolás, y recordar, pensando en Pablo Iglesias, eso de que «un príncipe  nunca debe hacer alianza con otro más poderoso que él». Y lo del COV-19 fue como una lupa de aumento, de aumento de las contradicciones.

Muy interesante fue lo que hizo Sánchez al formar Gobierno, que recordó lo que cuenta la Youcenar en su excepcional cuento oriental Cómo se salvo Wang-Fô: al igual que el Maestro Celeste del cuento, Pedro Sánchez nombró Vicepresidenta 1ª a una ministra encargada del Ministerio de los Placeres Perfectos y Vicepresidente 2º a un ministro encargado del Ministerio de los Tormentos Justos.    

La Derecha, mientras tanto, hace cosas inconfesables y confesables: deja que Casado cuelgue barba, aparentando ser una viuda triste y enamorada del difunto; que Abascal sólo saque, por ahora, pecho; y que Arrimadas haga lo que la mandan los plutócratas.