Sinfonía de poderosos

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

17 jun 2020 . Actualizado a las 09:15 h.

Pablo Iglesias lo dijo este domingo en La Voz: «Estar en el Gobierno no es estar en el poder. Sigue habiendo gente con más poder que los ministros». Creo que lo piensa de verdad, porque el señor Iglesias es un teórico del poder y nunca sabré si la comparación que suele hacer entre los políticos y los poderosos financieros obedece a un inocente ejercicio intelectual o encierra algún tipo de desafío. Pronto lo podremos saber y podremos despejar la duda de quién tiene más poder en realidad. Será cuando se sepa cuántas ideas de los más altos ejecutivos de grandes empresas que se reúnen en Madrid han sido aceptadas por los ministros.

De momento, estos apuntes. Si los empresarios se reúnen para aportar ideas a los gobernantes es porque creen que las tienen y que incluso pueden ser mejores que las del Gobierno. Si se reúnen para hacer peticiones o reclamaciones es que desmienten al señor Iglesias, porque es el señor Iglesias quien puede aceptar o rechazar esas peticiones. Pongamos un ejemplo muy sencillo y facilón: los representantes de las grandes empresas que hablaron hasta ahora coincidieron en propugnar una «mejor fiscalidad», y seguramente no se refirieron solo a una reforma fiscal más justa que estimule la economía, sino a su propia fiscalidad por los proyectos gubernamentales de poner un impuesto de solidaridad precisamente a las grandes empresas. ¿Quién creen ustedes, lectores, que tendrá la última palabra? Para este cronista es evidente que quien tiene el poderío de publicar en el Boletín Oficial del Estado. Está claro que los grandes ejecutivos tienen más dinero que los ministros; muchísimo más dinero; infinitamente mejor sueldo. No está tan claro que tengan más poder efectivo.

De todas formas, la escena me parece seductora. Ahí tienen ustedes a los más notables representantes del capitalismo real proponiendo soluciones obviamente capitalistas a un Gobierno de izquierdas que muchos llaman social-comunista. Los empresarios, constituidos en parlamento paralelo, lógicamente apadrinados por la patronal, aportando filosofía e iniciativas a unos ministros que creen básicamente en la función social de la empresa, no en su productividad, ni siquiera en su beneficio, salvo para inventar un impuesto nuevo. Quienes hablaron de la creación de un banco público, aceptando la experiencia, las aportaciones y los servicios de la señora Botín. Todo me parece fantástico. Tan fantástico que no puede ser real. Pero permítanme una ensoñación: ojalá la política fuese eso, que quienes saben de bancos propusiesen soluciones de banca; quienes tienen empresas dijeran lo que necesitan las empresas; que quienes han creado puestos de trabajo digan cómo se crean sin aventuras ideológicas; y que quienes sufren el paro o la precariedad fuesen escuchados… ¿Y los gobiernos? A cumplir lo que les manda la sociedad. Ojalá Pablo Iglesias tuviese razón.