Zinedine Zidane está muy cerca de reconquistar el título liguero para el Real Madrid aplicando una fórmula que en su día resumió Arsenio en tres palabras: orden y talento. El equipo blanco es el menos goleado de la categoría y por ese flanco ha conseguido asentar el liderato.
En las primeras cuatro jornadas el colectivo merengue encajó seis goles. De los siguientes treinta partidos, en dieciocho acabó con la portería imbatida. Y en seis ha sido incapaz de anotar. El mismo Zidane que ha dicho en alguna ocasión que «el fútbol a veces no lo entiendes», comprendió que las opciones de éxito pasaban, inevitablemente, por mejorar las prestaciones defensivas. Porque el talento siempre se expresa mejor partiendo del orden que en medio del caos.
En ese camino se encontró con la serendipia de Fede Valverde. Forzó hasta donde pudo para intentar el fichaje de Paul Pogba, porque quería músculo, capacidad de arrastre y llegada en el centro del campo. Como quiera que el Manchester United no quiso vender y Florentino Pérez tampoco estuvo por la labor de echar la casa por la ventana, acabó recurriendo al jugador uruguayo. Y encontró petróleo. El Pajarito le ha dado ese punto de verticalidad y energía que tanto anhelaba en la sala de máquinas.
Zidane regresó al banquillo blanco con mando en plaza para abanderar una revolución. No hizo tal. Acabó por confiar en los mismos que le dieron en su primera etapa tres Copas de Europa, con mínimos retoques. Está contra las cuerdas en la Champions, patinó sin excusas en la Copa del Rey y tiene la Liga muy encarrilada. Pase lo que pase en las cuatro jornadas que restan, resultará muy interesante ver si el nuevo proyecto será una evolución o una revolución.