En dónde la decencia

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

03 ago 2020 . Actualizado a las 10:09 h.

No está de moda la decencia. Incluso más: la decencia ni siquiera se pronuncia. Por eso no hemos encontrado todavía en el bestiario lingüístico de la corrección política la voz decenta. La última noticia que tuvimos de ella se circunscribe al apelativo que hace años, en un debate electoral, un candidato dedicó al otro. Al cabo del tiempo, al apelado lo jubiló el apelador, y el apelador, paradojas de la vida, hizo de la indecencia un himno nacional. Primero dijo que no pactaría con los independentistas y que los apartaría de toda asonada con leyes firmes y robustas. No lo hizo. Dijo que tampoco dormiría si en el Gobierno residiesen los que podían / podemos/ nada pudieron, excepto emponzoñar las instituciones y, de paso, la decencia. No lo hizo, tampoco. Siguió durmiendo plácidamente mientras el espectáculo de variedades de sus socios de Gobierno se repetía a diario.

 De la cacerolada contra la monarquía, a la asesora y, de ella, a la tarjeta de un móvil perdido en los muladares, o sea, en las cloacas, y de las alcantarillas al buceo en una piscina en procura de las razones del hundimiento electoral en Galicia y el País Vasco. Un hundimiento que el CIS niega, porque, según sus cuentas, los socios del que llamó indecente al otro candidato hace muchos años, suben. Como la espuma. Todo sube, desde el paro a la destrucción de empleo, excepto el PIB que se hunde un 18,5 % en el segundo trimestre. Un éxito.

Ya no se habla de la decencia, tristemente. Porque tal vez apenas existe. La gente honrada se levanta a trabajar, trabaja, y contempla cómo otros se dan de baja en sus empleos para operar en la economía sumergida, mientras el Estado prepara su paga mínima y vital. La gente honrada escucha que se siguen cobrando ERTE mientras ya se está trabajando. Y ve que los okupas son los reyes del mambo con sus consignas descabelladas, revolucionarias, y tan indecentes que solo pueden solidarizarse con ellos, precisamente, los indecentes.

Pero ya no se habla de la decencia en estos días. Nos la han robado. Es un término complejo al que nadie alude por temor a que lo señalen. Faltan las buenas maneras, falta sentido de Estado y sobra estado de sitio: de las ideas, principalmente, en medio de este pensamiento único que nos acribilla las entrañas. Todo es más serio de lo que nos lo pintan. Europa aprieta a España porque, en definitiva, no se fía del Gobierno de España. En tanto, yo rebusco en los cubos de basura, en las orillas del río, en el arte incluso, la decencia. Y no la encuentro.