Beirut: catástrofe en el peor momento

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

NABIL MOUNZER | Efe

06 ago 2020 . Actualizado a las 10:00 h.

Poco después de las seis de la tarde del pasado martes 4 de agosto, la perla de Oriente, Beirut, saltaba por los aires. Un depósito con más de 2.750 toneladas de nitrato de amonio, almacenadas desde hacía seis años, estallaba en una serie de brutales explosiones con un impacto equivalente a un terremoto de 3,3 grados en la escala Richter. La onda expansiva pudo sentirse en Chipre y Jordania.

Con un número indeterminado de desaparecidos, además de los más de 100 muertos y 4.000 heridos, 300.000 personas han perdido su hogar. El despido de cientos de enfermeras y médicos por la crisis económica, unido a la pandemia del covid?19, han puesto al límite el sistema sanitario libanés, que, con la destrucción de tres hospitales por la explosión, ahora está al borde del colapso.

El Gobierno libanés ha estimado unas pérdidas de 3.000 millones de dólares, mientras otras fuentes señalan que Beirut se ha visto gravemente dañada en un 80 %. Inmersa en un grave crisis económica, con un incremento del precio de los alimentos del 190 % desde octubre del año pasado y la devaluación de su moneda, la lira libanesa, en un 85 %, Beirut se ve amenazada además por la hambruna, ya que el mayor silo de la ciudad también ha sido destruido y, con él, el 85 % del grano, lo que deja disponible un suministro para solo un mes. Cientos de miles de personas han perdido su medio de vida ante la destrucción total del principal puerto, que ocupa una extensión de 1.200.000 metros cuadrados y mueve más de 6 millones de toneladas de mercancías al año.

Esta catástrofe no podía llegar en peor momento, ya que este viernes un tribunal internacional dictará sentencia sobre el asesinato hace 15 años del primer ministro Rafiq Hariri y se espera que agite la turbulenta escena política libanesa, ya en jaque por las protestas ciudadanas desde hace meses contra la corrupción y las penurias económicas. El Líbano necesita mucho más que la ayuda internacional para rescatar a las víctimas y curar a los heridos, precisa un plan para limpiar el país de la corrupción política y económica; algo que, a la vista de las tres últimas décadas, no parece que pueda hacerse sin la colaboración internacional.