«Juancarlista» no, accidentalista

i. Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

EDUARDO

09 ago 2020 . Actualizado a las 10:26 h.

Me confieso republicano convencido. La monarquía es una institución anacrónica al permitir acceder a alguien a la jefatura del Estado por el simple hecho de haber nacido en cuna de oro. Un atentado a una meritocracia que tan importante papel debe tener en un Estado de derecho. No obstante lo anterior mis críticas a Pablo Iglesias, en su condición de vicepresidente del Gobierno, por intentar sacar partido de los malos momentos de la Casa Real y, haciendo uso del entrismo leninista, pretender cargarse el Estado y buena parte de sus instituciones. Presunción de inocencia aparte parecen ser muchas las irregularidades de don Juan Carlos. Como todos sus antecesores, desde Felipe V, consideró España como su particular cortijo que al final el cántaro se rompió. Creyó lo que muchos creyeron. Que España era incondicionalmente juancarlista y los tiros no iban por ahí. Muerto el dictador le sucedió a título de rey Juan Carlos I, a quien pocos años después le tocó la lotería con el vergonzante episodio del 23-F. Tras resolverle la papeleta personajes como Sabino Fernández Campo o el general Quintana Lacacci, salió airoso de una situación que más de un historiador nunca vio clara y, a partir de ese momento, vivió de rentas como salvador de la joven democracia española. Los españoles nunca dejaron, mayoritariamente, de proclamarse juancarlistas cuando en realidad fueron accidentalistas, que es la posición política que considera irrelevante la forma de Estado de un país, ya sea monarquía o república, mientras funcione. Y como aparentemente el todavía rey emérito nos salvó de una segunda dictadura y resultaba tan simpático y cercano, mejor no meneallo.