Ya antes del estreno de la segunda parte de Padre no hay más que uno, muchos se aventuraban a calificar a Santiago Segura como el salvador de la taquilla en un mes de agosto en el que los grandes estrenos salieron despavoridos por la puerta de atrás. El riesgo de que la pandemia desplomase las cifras hizo que muchos aplazasen sus películas. Pero ante escenarios excepcionales, Segura suele hacer movimientos excepcionales. Mucho tendrían que aprender de su estrategia los departamentos de márketing de más de una empresa. Ahí donde otros vieron una crisis sin precedentes, él vio de nuevo una oportunidad. Y vaya si la aprovechó.
«Todo lo que tengo me lo ha dado el cine. ¿Cómo voy a negarle ahora un estreno?», dijo en una entrevista para la revista YES antes de conocer los estratosféricos resultados que le hicieron trending topic en Twitter durante la jornada de ayer. Desde el pasado 29 de julio logró superar ya los dos millones de euros en taquilla y rebasar la barrera de los 300.000 espectadores. Bien sea por su inteligente don para la oportunidad o por puro acto de cinéfilo romántico, Segura ha vuelto a lanzarse al vacío y el público ha levantado de nuevo los brazos para sostenerlo en lo más alto. Lo que toca, al margen de debates infructíferos, es celebrar su hazaña para el cine español y, de paso, recordar que en época de rebrotes hay que hacer bien las cosas. Que no es lo mismo que dejar de hacerlas.