Guisar para dar amor

Cristina Sánchez-Andrade
cristina sánchez-andrade ALGUIEN BAJO LOS PÁRPADOS

OPINIÓN

16 ago 2020 . Actualizado a las 10:16 h.

El libro tiene un título apetitoso y hasta crujiente: El pan que como. Su autora es Paloma Díaz-Mas, escritora española de vasta cultura, que ha abordado temas tan dispares como la poesía sefardí, el Santo Grial, los gatos y sus costumbres o los estragos de la memoria. En estos tiempos de incertidumbre, en los que apenas se habla más que de una cosa, me hacía falta la lectura reconfortante de este libro. Con el hilo conductor de la comida se entretejen anécdotas, recuerdos, costumbres y alimentos, literatura… «Voy a comer», empieza diciendo, y a partir de ahí, miles de sensaciones se despiertan en el lector, que no deja de oler y saborear cosas ricas y nutritivas.

 En torno al ritual de zamparse un cocido, alejándose y acercándose a él, como si hiciera jazz con las palabras, Díaz-Más habla de la cocina y de sus implicaciones culturales; de la transmisión oral; de saberes como tejer o bordar, hilar o contar cuentos; de los ajuares y su simbología; del agua, el trabajo de traerla, del cántaro que se rompe como motivo que representa la pérdida de la virginidad y hasta cómo se construye una sella. El pan que como (Anagrama) aborda tantos temas y de forma tan amena, que no se me ocurre a nadie a quien no pueda interesar. Están, por ejemplo, los dichos en torno a la fruta (verse de uvas a brevas, pedirle peras al olmo o la fruta prohibida es la más apetecida), que tanto juego han dado en la cultura popular. O la historia de las patatas (papas, originalmente) que trajo Cristóbal Colón a la vuelta de su primer viaje, y cuyo nombre procede de la confusión con otro tubérculo, la batata. Hasta bien avanzado el siglo XVIII, los seres humanos no se decidieron a probarla y fue gracias (o eso dice la leyenda) al agrónomo y naturista Parmentier que plantó un jardín de patatas y le puso guardas para custodiarlo, haciendo crecer así el deseo de entrar en él y robarlas. Durante la lectura, no he dejado de imaginarme que alguien cogerá este libro dentro de mil o dos mil años, y que se llevará la impresión más completa y detallada de cómo vivimos hoy o hemos vivido hace un tiempo. «Guisar como una forma de comunicarse, de demostrar amor», concluye la autora. Sin duda algo fácil de hacer en estos tiempos turbulentos en los que estar en casa parece lo más acertado.