Estoy al doscientos por cien con la médico de atención primaria, Inés Monteagudo, que escribió una carta al director de La Voz y explicó las nuevas consultas telefónicas a las que nos ha llevado la pandemia. Ellos no son culpables de nada. Todos los implicados en la sanidad y en las residencias merecen mi respeto por el comportamiento ejemplar que tuvieron y que tienen en medio de esta crisis que nos está desgarrando a todos. Comprendo la petición de respeto que hace en su escrito. Es lo menos que se puede pedir. Como aprovecho yo para reclamar respeto para todos los profesionales relacionados con la educación que serán los siguientes en sufrir la ira desmedida de los padres y madres. El odio de partida hacia estos colectivos, el sanitario y el educativo, viene sin duda de algo muy arraigado en la sociedad, que es el desprecio por la labor que llevan a cabo los funcionarios. Hizo mucho daño Larra con aquel artículo que firmó en su tiempo que se titulaba Vuelva usted, mañana, despreciando a un colectivo que no sé cómo era entonces, pero que hoy en día ha cambiado tanto como el país en el que vivimos. Hoy sospechar del funcionario en general y soltar ligerezas como que viven de la sopa pública, que son una casta de privilegiados, que no trabajan o más bien que no pegan ni un palo al agua es garantía de equivocarse en la mayoría de los casos. Claro que habrá funcionarios que no peguen un sello, en la típica expresión, pero los hay igualitos en el sector privado. Los jetas sobreviven en todos los ecosistemas laborales y no tienen nada que ver con el logro de sacar una oposición con el esfuerzo que conlleva ese éxito personal de preparación, estudios y templanza para afrontar las pruebas entre miles y miles de aspirantes. Lo fácil es ponerlos a parir, sin más. Todos están ahí colocados a dedo. Los españoles tenemos muchos vicios. Uno es no creer en la voluntad del individuo. Sospechar del vecino. El vecino tiene mejor coche porque se lo han regalado, porque el elemento se lo ha ganado en un timba, te lo digo yo, nunca porque se lo ha currado y se lo ha comprado con el sudor de la frente con el que pagará el crédito al banco. Los funcionarios de este país, durante Pandemia estuvieron todo lo que pudieron a la altura de la España del siglo XXI en la que sobrevivimos. Los de la sanidad, por supuesto. Como lo estuvieron todos los sectores esenciales que afrontaron lo peor de la primera ola al pie del coronavirus, llevándose en muchos casos lo peor del virus. Trabajadores públicos, como policías o bomberos, y privados, como empleados de farmacias o de supermercados. No señalemos a los demás como si esto fuese Los juegos del hambre o una competición a la caza de culpables. Seguimos en las trincheras. Y si quieren ir a por alguien, si necesitan jibarizar cabezas, no la tomen después de los sanitarios con los docentes, que lo veo venir. Son ellos los que han puesto por su propia iniciativa los colegios en marcha. Señalen a los políticos, que esos sí que hacen los deberes tarde y mal, y se protegen todos, nueva y vieja política, como la casta que son.
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