Quince minutos

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

WARNER BROS

09 sep 2020 . Actualizado a las 09:11 h.

Cuando los relojes marcaban las 12 en Barcelona, en Madrid apenas pasaban unos minutos de las 11.30. Transcurría el siglo XIX y el tiempo era una dimensión muy relativa apenas domesticada por la llegada del ferrocarril que impuso una convención horaria que permitiera saber en qué momento había que subirse al tren. Aún así, varias décadas después, tras el golpe de Estado de Franco, republicanos y sublevados andaban con los relojes desincronizados en una metáfora muy explícita del estado de ánimo del país.

Del tiempo seguimos hablando mucho hoy. Ahí está el último estreno de Christopher Nolan, con la mitad de sus seguidores intentando escudriñar las congas argumentales del director y todos sus detractores viendo en Tenet un truño pretencioso que no hay quien entienda.

Los físicos volvieron a asomarse hace unos días a las primeras páginas para advertirnos que la percepción del tiempo es tan relativa que algo que sucedió hace siete mil millones de años a una distancia de 17.000 millones de años luz fue detectado el 21 de mayo del 2019, en una evidencia sideral de que el pasado y el presente no existen.

Con todas esas dimensiones sobre la mesa, aquí en la Tierra la medida del tiempo y del espacio avanza hacia un nuevo paradigma impuesto por el coronavirus. Minúsculos quince minutos y estrechos dos metros se han convertido en el nuevo sistema de relación entre las personas. Más allá de esos límites, nos aseguran que la integridad física peligra, la salud flaquea y el riesgo vital entra en ebullición. Es difícil pronosticar en qué nos va a cambiar esta nueva regla de San Benito, con las conversaciones cronometradas y las caricias interceptadas por un bozal de celulosa. Los besos se dan ahora con el codo y esto solo puede ser un anticipo del apocalipsis. O de una nueva perversión sexual, el froteurismo pandémico.