Mientras España se ha convertido en el ejemplo europeo de lo que no se debe hacer frente al covid, con un oprobioso récord de contagiados y de muertos, los partidos, y lo que es peor algunas administraciones, andan enfrascados en una lucha sin cuartel que a los ciudadanos les importa entre poco y absolutamente nada. En lugar de hacer un análisis y una reflexión conjuntos de por qué estamos fracasando como país, no solo en el crucial aspecto sanitario sino también, por ejemplo, sobre la eficacia del Estado de las autonomías, las medidas económicas y sociales que deben adoptarse o la decisiva cuestión de qué hacer con las ayudas de la UE, lo que prevalece es la política tóxica y destructiva, el garrotazo y tente tieso contra el adversario convertido en enemigo. Madrid ha sido el caso paradigmático de inacción, ineficacia y falta de previsión ante el alarmante y progresivo aumento de casos que se venía observando desde agosto. Cuando el Gobierno central movió pieza ya era tarde. La ficticia tregua política pactada entre Sánchez y Ayuso no ha durado ni dos días. En este escenario, que provoca miedo en la ciudadanía y que amenaza con ir a peor, se ponen sobre la mesa asuntos que solo sirven para confrontar, como el cuestionamiento de la monarquía constitucional por parte de Podemos, que no toca, o la tramitación de los indultos a los presos del procés. Pero queda pendiente sine die la creación de una comisión técnica independiente, que reclaman desde agosto los más prestigiosos científicos, para evaluar qué hemos hecho rematadamente mal en la pandemia. Desde aquí solo queda exigir un basta ya. Pónganse a trabajar juntos y dejen a un lado sus rifirrafes. Nos va la vida en ello.