Sobra gente. De Covid al cielo

OPINIÓN

01 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pero vamos a ver ¿qué tiene de criticable la solemne inauguración de un dispensador de gel hidroalcohólico en una estación de metro —abarrotado— una vez que la segunda ola de la pandemia ya ha anegado la Comunidad de Madrid? Para el director de «La Reacción», que editorializa desde el fondo de una trinchera a la que no llega la luz que ilumina a los mortales —nunca mejor dicho—, parece que nada. La crítica al gobierno de Díaz Ayuso se debe a la política de trincheras de la izquierda, dice. El hecho de que haya una dejación de funciones motivada ideológicamente es, para él, inexistente. No es extraño, por tanto, que le moleste que se denuncie el indisimulado plan de segregación sanitaria, educativa, y económica, en definitiva, que aplica descarnadamente el gobierno madrileño desde hace lustros, abandonando a su suerte a los sectores más desfavorecidos de la sociedad para proteger los intereses de aquellos que no necesitan viajar en metro, tienen distancia de seguridad de lujo y sanidad privada a demanda. Al menos, no causa tanto bochorno como el columnista de otro diario de interesada indulgencia con sus políticos protegidos, que atribuía la crítica a la envidia que tenemos del talento y la belleza de la presidenta madrileña. En fin. ¿Verdad que hacen falta más psicólogos/as?

Aprovecho, pues, la ocasión para comentar otro concepto de la psicología: la proyección. Decía Freud que es un mecanismo que se adopta para anular el reconocimiento a los reproches, siendo un síntoma defensivo de la desconfianza hacia los demás. Una acepción genérica sería la que describe la proyección negativa como la atribución a otras personas de sentimientos o pensamientos propios que son considerados rechazables. Así, cuando el «todólogo» multi-tertuliano dice que «la izquierda tiene una concepción patrimonial del poder», tenemos un ejemplo perfecto de proyección negativa que, en boca de un profesor de historia, no dice nada bueno de su objetividad. Ver al brazo político de la oligarquía económica patria segregando bilis en cada declaración, deslegitimando, un día sí y otro también, a un gobierno «social-comunista» que (le) ha usurpado el poder —¡aunque sea en las urnas!— le debe parecer absolutamente justificado.

De hecho, también alega que lo que se dice de los médicos y enfermeras, y los medios materiales y económicos, es mentira. ¿Acaso es mentira que la Comunidad de Madrid es la que menos gasta en sanidad por habitante, después de Andalucía, en un país que gasta menos de la media de la UE? ¿que la atención primaria ha sido abandonada? ¿Es mentira que unos servicios públicos fuertes, universales y gratuitos no son la prioridad política de la derecha porque prefieren debilitarlos rebajando impuestos, haciéndonos creer que es bueno para nuestros bolsillos desocupados? ¿Y que todo esto es ideológico? El todólogo de «La Reacción» sabe que no es mentira; luego está proyectando: miente.

Eso no quita que el gobierno de España también sea criticable por la gestión de la crisis. Desde principios de mayo hay un consenso científico internacional acerca de la estrategia a seguir para una adecuada gestión sanitaria de esta crisis: tests, rastreo, aislamiento de infectados y cuarentena para los contactos estrechos. Y para eso hacen falta medios públicos. En España, y bajo la responsabilidad correspondiente de los gobiernos estatal y autonómicos, se ha hecho tarde y mal. Y en Madrid, particularmente, se ha despreciado. Que Casado diga que la gestión de la pandemia es responsabilidad exclusiva de Sánchez, además de infame, no nos hará olvidar que puso la gestión de Ayuso como ejemplo. Porque, a la vista está, es el ejemplo de «pan para hoy» (salvar la economía sacrificando a los trabajadores) «y hambre para mañana» (si la salud pública no es la prioridad, la economía se acabará hundiendo más aún). Ya lo dijo la Organización Mundial de la Salud y lo confirma un estudio comparativo publicado por The Lancet hace pocos días: una desescalada precipitada para reflotar la economía sin haber invertido lo necesario para hacer un seguimiento adecuado de los contagios es un error que puede tener graves consecuencias.

Así que, la coordinación estatal: cuestionable. Y de la gestión autonómica, que cada palo aguante la vela que se ha confeccionado: fiable o harapienta. Comprobemos las cifras.

Finalmente, si España tiene diez camas de UCI por cada cien mil habitantes, en vez de las treinta y cuatro de Alemania, es porque a nuestro sistema público de salud, como a las pensiones, amenazada interesadamente por una plutocracia disfrazada de democracia, se le han aplicado, por unos y otros gobiernos, políticas de austeridad de corte neoliberal que, por tanto, no responden al bienestar de toda la ciudadanía sino que protegen los intereses del statu quo económico-financiero. Comprobemos los números; follow the money. Si esto no es ideología…

Ya decía Tito Livio hace más de dos mil años: «Sólo sentimos los males públicos cuando afectan a nuestros intereses particulares». Pero si quienes deciden sobre lo público son como todos estos, que creen tener sus intereses particulares a salvo, el resto de la ciudadanía está vendida.

Y es que para ellos sobra gente. Bastante, según se desprende del interés que ponen en protegernos. La chusma no susceptible de ser explotada y que no va a poder pagar una educación, una sanidad y una pensión privadas, es prescindible. Personas que no solo no producen beneficios, sino que exigen recursos para tener una vida digna. Dónde vamos a parar.

¿Y la próxima semana? La próxima semana hablaremos del gobierno.