Isabelgrado

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

J. Hellín. POOL

04 oct 2020 . Actualizado a las 09:52 h.

No es difícil imaginarse a Pedro Sánchez y a Isabel Ayuso como si fueran Nerón. Tocando la lira mientras contemplan cómo arde Madrid. Viendo pasar los días y calculando a quién le desgasta más la espera y quién rentabiliza mejor el choque. Han ofrecido una gestión memorable a dos bandas. Hubiera sido cómico si no fuese trágico. Tirando de la madeja desde los dos extremos. Con el Gobierno central lanzando un «déjense ayudar», como si la capital fuera un territorio de otro país. Con Salvador Illa improvisando un café para todos a última hora. Con Ayuso intentando interpretar el papel de la resistencia, un nuevo «no pasarán», defendiendo su epidemia particular del asedio foráneo. Atrincherándose, como si la amenaza estuviera fuera y no dentro. Olvidando lo que ocurrió la pasada primavera, excepto la puesta en marcha del hospital de Ifema, que parece que lo hubiera levantado con sus propias manos. Creando su propio Isabelgrado. Y, mientras, Sánchez y Pablo Casado alineando a sus tropas: votando a favor y en contra de las medidas según los colorines. Solo desde la Junta de Castilla y León han preferido ser coherentes. Pedían desde hace tiempo que alguien tomara cartas en el asunto madrileño. El Ejecutivo castellanoleonés, de PP y Ciudadanos, respaldó el plan del Ministerio de Sanidad por responsabilidad, porque había que hacer algo. Eso no les impide criticar, con razón, que esta decisión llegue tarde y mal. Esas autoridades sí que recuerdan lo que sucedió en la primera ola. Otros prefieren agitar banderas supuestamente patrióticas para desafiar y rebelarse ante el Gobierno Central y publicar chascarrillos en Twitter. Un poco Torra, un poco Trump.