Al despertar, el dinosaurio, pertinaz, seguía allí

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Mariscal

23 oct 2020 . Actualizado a las 09:21 h.

La pregunta es si ha valido la pena. El PSOE y el Gobierno responderán: sí, porque ha sido la moción de censura con más respaldo al Gobierno de la historia. Sí, dirá también el Partido Popular (PP), porque puso de manifiesto que no hay más alternativa que Pablo Casado. Sí, dirá incluso Vox, porque hemos perdido con dignidad y el pueblo español decidirá quién es capaz de poner orden en este anárquico país. Y los demás partidos responderán que quizá haya sido una patochada, como dijo el portavoz del Partido Nacionalista Vasco (PNV), pero ha quedado claro que hay una extrema derecha que quedó en soledad parlamentaria y social, desnuda ante la voluntad general de concordia.

Y este cronista dice: el despliegue de palabras solamente tuvo dos consecuencias positivas. La primera, que, efectivamente, nos permitió dos días de rebaja de tensión política en todo el período de Gobierno de Pedro Sánchez. La segunda, que sirvió para consolidar a Pablo Casado como líder de la derecha templada, que no es mala cosa pensando en construir la alternancia en el Gobierno.

El resto no ha sido una patochada, pero sí un menudeo político lejano a las inquietudes de la sociedad. Se han consumido no sé cuántas horas de debate en el Congreso, decenas o centenares de horas de análisis en tertulias de radio y televisión, y todo se quedó en el detalle que, como decía el llorado José María Calleja, solo interesa a los «muy cafeteros»: qué cosas dijo Rufián, qué tono tenía Abascal o qué iba a votar Cayetana. Menudencias a mogollón.

Lo cierto es que, al final de la votación de la moción de censura, se podía aplicar perfectamente el cuento de Monterroso: «Al despertar, el dinosaurio seguía allí» Grandes discursos -el de Casado lo fue-, grandes proclamas, sonoras condenas de la extrema derecha como si la extrema derecha fuese la única culpable de la polarización, pero el dinosaurio de la pandemia seguía allí.

Y también el de la recesión económica. Y el de los sectores económicos asfixiados. Y el del desempleo. Una contertulia de Televisión Española comentaba a mi lado: «cualquier cosa que nos haga salir de la crispación es magnífica». Y este cronista se decía: ¡Ah, sí? ¿Hemos salido de la crispación?

¡Pues entonces que se pongan a trabajar sin crispación! Que Sánchez resuelva como pueda lo de los jueces, pero que convoque a los partidos para acordar la salida de la crisis. Ahora que, por lo visto, tiene el viento a favor, que recupere la iniciativa de unos nuevos Pactos de La Moncloa, que acarició y abandonó al principio de su mandato. Que provoque un pacto autonómico para que cada gobierno regional no tenga una solución distinta para combatir el covid. Que haga un nuevo esfuerzo de concordia para que la monarquía no esté cada semana en tela de juicio. Que les diga a los nacionalistas que eso que llaman «régimen del 78» no tiene por qué ser demolido. Y que, como diría el presidente Adolfo Suárez, estas horas de mejor clima no sean solamente un paréntesis.

Es un sueño, ya lo sé; pero de muy poco serviría tan largo debate y tanta victoria de Pablo Casado y Pedro Sánchez si no nos permitiera el mínimo lujo de soñar.