Antidisturbios

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

25 oct 2020 . Actualizado a las 14:02 h.

Empieza esta serie de forma desconcertante. No comienza con una carga policial. No arranca con un «tened cuidado ahí fuera», con una versión española de Canción triste de Hill Street. No saluda al espectador metiéndolo en una lechera. En la primera escena de Antidisturbios una familia juega al Trivial. Pero en ese contexto de sobremesa, supuestamente trivial, valga la redundancia, se desatan la tensión y el mal rollo, se proyecta una sombra que no abandona la serie. Emerge en esos primeros planos el gran personaje. Vicky Luengo interpreta a Laia Urquijo, esa policía que no deja que la engañe ni su padre. Ella brilla entre un grupo de actores tan humanos como feroces. Ritmo, trama, factura y mucho gris. El hilo de agua sucia que lleva del charco a la cloaca. Entretenimiento. Y debate. Unos se quejan de que esta producción empatiza en exceso con los antidisturbios en lugar de meterse en la piel de los que se plantan enfrente con el lema de la vivienda digna. Otros están indignados con el retrato policial, donde no faltan testosterona, violencia y drogas. Y a saber lo que opina el excomisario Villajero, que tiene a un trasunto haciendo de las suyas. Es lo que sucede con los creadores de ficción, que no están obligados a ser documentalistas. Los hay ofendidos también con Patria porque resulta que no cuenta su historia personal. Se ve que el autor de la novela y los responsables de la serie no han tenido la deferencia de reflejar la experiencia de todas y cada una de las personas que vivieron aquellos tiempos de horror. Tiempos que ahora parecen lejanos pero que todavía quedan a la vuelta de esa esquina que acabamos de doblar. Algo tendrá el agua cuando la maldicen los que gustan ver solo el blanco o el negro de la foto.