Barbón
Barbón Alberto Morante

03 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El Tesmoteteión era el edificio en el que se reunían los seis tesmotetes, garantes de las leyes de Atenas. Los tesmotetes, el epónimo, el basileus y el polemarca se integraban en el colegio de los arcontes que, desde comienzos del siglo VII a.C., dirigían la administración del Estado. Dos centurias atrás estaba solo en manos de un arconte y tenía carácter hereditario.

El tesmotetes que pasaría a la historia fue Dracón en la forma adjetivada de «draconiano»; así: «medidas draconianas». Pero ¿por qué? Las familias nobles del Ática, es decir, las que contaban con un antepasado ilustre, constituyendo un genos, aplicaban la justicia siguiendo el principio del «ojo por ojo, diente por diente» (Éxodo 21:24), conocido como la Ley del talión, donde talión remite a idéntico. Esta ley ya fue registrada por escrito (cuneiforme) en el Código de Hammurabi, rey de Babilonia del primer cuarto del II milenio A.C.

Esta práctica de venganza individual llevaba a una sucesión de crímenes sin fin. Bajo el arcontado de Aristecmo, en la segunda mitad de ese siglo VII, se encargó a Dracón, uno de los seis tesmotetes, codificar unas leyes que castigaran con severidad la venganza entre las familias aristocráticas. Su código, presumiblemente el primero de Atenas, para que resultase efectivo, tuvo que ser «draconiano», que castigara con la muerte delitos que hoy son más bien leves, aunque no sabemos fidedignamente el alcance de esas levedades.

Dracón tenía que dar respuesta a las vindicaciones de los nobles si quería detener su virulencia, y para ello le dio al Estado la capacidad del máximo castigo, sustrayéndola de los individuos particulares. Otra aportación fundamental de la labor legislativa de Dracón fue distinguir entre la muerte voluntaria y el homicidio involuntario.

No serán pocos los que apliquen el concepto de draconiano a las nuevas restricciones que el presidente del Principado, Adrián Barbón, aplicará a partir de la noche de hoy, martes. Y muchos más los que califiquen de barbaridad su petición al Ministerio de Sanidad de un confinamiento domiciliario, que por el momento el Gobierno de la nación no decretará.

Desde nuestras posiciones materiales y ético-morales, respaldamos a este Barbón-Dracón, incluido el confinamiento estricto. Porque una de las bases capitales que hacen que una sociedad pueda encajar en el significado de «civilizada», y a estas alturas de la pandemia, es que la montaña de cadáveres no alcance una altura tal que nos llegue a parecer «natural», como un accidente geográfico más.