Trump: las armas primero

Claudia Luna Palencia
Claudia Luna Palencia LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Jeremy Hogan

02 nov 2020 . Actualizado a las 10:38 h.

A lo largo del mandato del presidente Donald Trump el gasto militar ha sido el único rubro que notablemente ha consolidado su expansión: fue una de sus principales promesas en las elecciones del 2016 y que ha vuelto a retomar en busca de la reelección este 3 de noviembre. De acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), el gasto militar en Estados Unidos ha pasado de 600.000 millones de dólares en el 2016 a los 732.000 millones de dólares en la actualidad.

Los cuatro años de gobierno de Trump han estado marcados por un considerable rearme militar, una nueva carrera armamentista y una presión ejercida desde la Casa Blanca para obligar a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a llevar a cabo un incremento en sus aportaciones en gasto en defensa como porcentaje de su PIB.

El máximo logro del inquilino de la Casa Blanca no ha sido económico, sino más bien reubicar las prioridades de un rearme para hacer frente a las estrategias de China y de Rusia. Y además ha robustecido su papel como suministrador de armamento en el mundo. Según los datos de SIPRI, Estados Unidos vende el 57,9 % de las armas que comercializan a otros países; le siguen Reino Unido, con el 9,6 %; Rusia, con el 7,1%, y otros países europeos con el 4,2 %.

Los principales viajes de Trump hacia el exterior han tenido casi siempre la firma de varios contratos de venta de armamento de nueva generación: con Arabia Saudí rubricó el suministro de equipo militar por 100.000 millones de dólares, enfocado sobre todo en la Terminal de Defensa Área a Gran Altitud (THAAD, por sus siglas en inglés).

Hay otros países más: Israel, Marruecos, España, Hungría, Polonia, Emiratos Árabes Unidos y hasta a la propia Corea del Sur le fue endilgada una venta de armamento tras la mediación infructuosa de Trump para un acuerdo de paz entre Corea del Sur y Corea del Norte. Y China, a pesar de protestar diplomáticamente, ha tenido que ser testigo de la venta de armas norteamericanas a Taiwán.

Las armas primero, la gente después. Trump en campaña y en busca de la reelección nunca ha escondido su favoritismo por que el ciudadano norteamericano compre armas para defenderse; si su antecesor, Barack Obama, lloró tras la última masacre en un colegio en Newtown, él en cambio ve plausible su libre adquisición para que la gente pueda defenderse ante cualquier amenaza. En plena pandemia, la Asociación Nacional del Rifle (NRA) reconoció un incremento «abrumador» de la venta de armas en el país. Hay gente temerosa por nuevos disturbios o bien una ola de asaltos derivada de la crisis económica. El FBI reportó que solo en el mes de julio pasado recibió 3,9 millones de revisiones de antecedentes para verificar que no se vendan armas a delincuentes o exconvictos.

Trump confía en captar los votos de esos ciudadanos, que no solo asisten a la convención anual de la NRA, sino que creen en el derecho constitucional de defenderse a sí mismos y a sus familias en caso de peligro. Durante las restricciones de los confinamientos, en todo momento se mantuvieron abiertas en EE.UU. las armerías, además de los supermercados, las farmacias y las estaciones de servicio.

En la convención republicana que postuló a Trump como su candidato a las elecciones generales del próximo 3 de noviembre acudieron invitados Mark y Patricia McCloskey, quienes se hicieron famosos por apuntar con armas de alto calibre a una serie de manifestantes del movimiento Black Lives Matter que pasaron cerca de su domicilio en San Luis.

El magnate sigue apostando porque estos afines lo mantendrán en la Casa Blanca y que Wall Street votará por él, lo mismo que los supremacistas, igual que los latinos anticubanos y antichavistas; y suma en dicho respaldo a los lobbies judíos, aunque esta vez hay analistas internacionales que aventuran un fortalecimiento del voto hispano favorable a Joe Biden.