A propósito de los disturbios

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

RAQUEL MANZANARES | Efe

03 nov 2020 . Actualizado a las 09:22 h.

Ahora que tanto preocupan los disturbios nocturnos en varias ciudades y se teme que produzcan un fenómeno de imitación, se pueden hacer algunas reflexiones que propongo a modo de decálogo.

1.- Tranquiliza saber que la policía no encuentra conexiones entre los grupos que produjeron los salvajes incidentes. No tranquiliza tanto pensar que a lo peor las conexiones existen, pero la policía no está consiguiendo detectarlas. Entre otros motivos, por falta de tiempo.

2.- Es loable el afán por quitarles importancia y reducir los sucesos a jóvenes presuntamente marginales que practican así un desahogo a medio camino entre la juerga nocturna y la delincuencia, como se demuestra en el asalto a comercios. Pero ese afán se desmiente cuando el presidente del Gobierno efectúa una condena contundente, que recuerda las condenas de atentados terroristas. No se hace una condena así si los episodios no revisten gravedad.

3.- El mayor peligro está en la politización de la algarada. Entiendo por tal el empeño en atribuirlos a la extrema derecha o la extrema izquierda y la absurda pelea dialéctica entre Podemos y Vox. Si esa pelea continúa, habrá quien entienda esa violencia como violencia política.

4.- Quizá sería el momento de aplicar algo que se practicó en el País Vasco y resultó muy eficaz para combatir la kale borroka: que los padres de los niñatos que rompen y queman el mobiliario urbano paguen los daños. Mientras no se generalice ese pago, los energúmenos y el conjunto de los ciudadanos tendrán sensación de impunidad.

5.- Las revueltas callejeras pueden triunfar y encontrar justificación si tienen motivos para ello. El Gobierno debería analizar las circunstancias que provocan el malestar social para que al menos esos incendiarios no sumen adeptos. A lo mejor no basta con proclamar «que nadie se quede atrás».

6.- Vendría bien un poco de ejemplaridad en los comportamientos de la clase política, especialmente en sus más altos niveles. Esa clase política está produciendo el desapego de parte de la sociedad.

7.- En la misma línea, este país necesita que sus dirigentes demuestren más voluntad de entenderse con el adversario y de proyectar, cuando menos, una acción conjunta para afrontar la recesión.

8.- También resultaría digno de elogio que se renunciara de una vez a la política basada en el insulto y en la agresividad y la violencia verbal, con frecuencia contagiosa.

9.- No creo que sea ejemplar que los gobernantes se suban el sueldo, aunque sea un modesto 0,9 %, mientras otros muchos trabajadores ven reducidos sus salarios para salvar la supervivencia de las empresas.

Y 10.- Tampoco creo que sea ejemplar que se suban impuestos que pagan las clases medias y el conjunto de los trabajadores, mientras las administraciones públicas no ofrecen ningún gesto de ahorro en el gasto ni de austeridad en la ostentación.