Después de cuatro años de persistentes arengas, críticas y abierta hostilidad, Europa respira aliviada. Por fin una buena noticia después de tantas malas. Un populista menos. El líder de las fake news que alentaba a euroescépticos y nacionalistas desde la primera potencia mundial tendrá que decir bye, bye a la Casa Blanca. A Trump lo han echado del despacho oval más de 75 millones de votantes al grito de guerra de su famoso reality show: «Estás despedido». ¿Se resistirá como gato panza arriba? Sí. ¿Puede que nos deleite con alguna de sus habituales fantochadas? Seguramente. Pero nada hace pensar que las instituciones estadounidenses vayan a seguirle el juego y poner en peligro la democracia de EE.UU., ni tan siquiera los jueces del Supremo, rigurosos guardianes de la Constitución de 1787. En los corrillos del ala este de la Casa Blanca ya están echando a suertes a quién le toca convencerlo de que haga la maleta el 20 de enero.
No es más cierto que Biden no lo va a tener fácil. Trump no fue un accidente. Y la América que lo encumbró al poder sigue ahí. Unos 70 millones han votado al magnate neoyorquino. Toda una base social, apoyada con movimientos conspiranoides, supremacistas y fieles armados con rifles de asalto. Muchos harán suya la proclama tuitera de Trump de que él es el ganador y que los demócratas les han robado las elecciones.
La nueva era Biden se abre con la promesa de sanar heridas. Con el tiempo se verá si el trumpismo ha venido para quedarse para siempre en EE.UU.