Fernando Simón, un portavoz no es una «celebrity»

José Manuel Velasco EN VIVO

OPINIÓN

Mariscal | Efe

11 nov 2020 . Actualizado a las 09:00 h.

Los portavoces se caracterizan por representar a la empresa o institución, por hablar lo justo y por observar una conducta coherente con el papel que ejercen. Si, además, se trata de un portavoz que ha sido elegido por sus conocimientos técnicos, debe centrarse en la información y evitar, en la medida de lo posible, la opinión. Y cuando tenga que opinar ha de acreditar con hechos sus afirmaciones.

Fernando Simón respondió bastante fielmente a este perfil durante la crisis del ébola en el 2014. Tuvo la fortuna, además, de suceder en la portavocía a la ministra de Sanidad, Ana Mato, ignorante en temas sanitarios y sin experiencia de gestión. Su aspecto cercano, su forma de vestir lejana del clasicismo ministerial y su singular voz configuraron un portavoz creíble, que estaba imbuido de la credibilidad que otorgaba su profesión, su experiencia laboral y su responsabilidad como director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. La bata blanca funcionó.

Entonces solo se detectaron tres casos de ébola entre españoles y un único contagio. Hoy llevamos más de 1.300.000 casos de covid-19 diagnosticados y 33.833 fallecidos (cifras oficiales), y no se atisba aún el final de la pandemia.

Simón acumula cientos de horas de comparecencia ante los medios de comunicación como portavoz del Gobierno de España. Pero ha dejado de ser esa persona revestida de autoridad científica, cercana al común de la ciudadanía y, lo que es más grave, creíble. Está quemado.

Las causas del ennegrecimiento de su bata son fundamentalmente dos: sus tomas de posición política, que han escorado algunas de sus valoraciones, y su voluntaria conversión en una celebrity. El virus de la vanidad combinado con la fama le ha contagiado. Sus apariciones televisivas más allá del telediario le han perdido. De hecho, su último error se produjo en una de ellas, cuando relató sus relaciones con «enfermeras infecciosas» durante sus años mozos. Una broma en un momento en que la sociedad no está para bromas.

El Gobierno debe ponerlo en cuarentena como portavoz y buscar a otra bata blanca, pero dudo que lo haga, porque, al fin y al cabo, Fernando Simón sigue dispuesto a quemarse mojándose y así desvía las brasas de los otros portavoces.