Colmillos de elefante, bufones de ajedrez

OPINIÓN

Tablero de ajedrez
Tablero de ajedrez

15 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo una tendencia en el Medievo a utilizar los colmillos de los elefantes montados por guerreros de las exquisitas piezas de ajedrez, bien las traídas desde Oriente, bien las reproducciones hechas en Occidente, como materia prima para fabricar réplicas de los gorros puntiagudos de los bufones de la corte (o de las mitras de los obispos) con los que reemplazar a los nobles alfiles de escudo y espada, en sus orígenes hindúes y persas. También: la reina, de visir con los árabes, a dama en el mundo de Alfonso X el Sabio (siglo XIII).

En 1991 la filóloga e historiadora Marie-José Lemarchand tradujo al castellano el Libro de las costumbres humanas y de los oficios nobles, a la manera del juego del ajedrez, del dominico genovés del XIV fray Jacobo de Cessolis, título que se abrevió después, Juego de ajedrez (Ludus Scacchorum), y al que la filóloga y la editorial Siruela sumaron el prólogo del licenciado Martín Reina (centuria XVI), de Aranda de Duero, en la primera edición castellana, quedando finalmente la obra de 1991 con el nombre de El juego del ajedrez o Dechado de Fortuna, de 125 páginas, con una primorosa pintura iluminada en Milán hacia 1370 por cubierta y contracubierta, en la que el rey Arturo se mide en los escaques con uno de los miembros de la Tabla Redonda.  

Acerca de las enseñanzas político-morales que anidan en un tablero de ajedrez hay variada literatura. Benjamin Franklin, en el XVIII, fue uno de los últimos. Pero no sólo fue puesta a prueba la moral en la política. La economía fue examinada bajo ese mismo prisma hace más de cuatrocientos años por el ajedrecista y humanista Ruy López de Segura, quien señaló que el término italiano para designar este juego, scacho, lo pusieron los banqueros venecianos, donde scacho significa «piedra para contar». Hoy, el inglés chess, ajedrez, ha dado check, cheque.

La práctica, en los cuerpos  

 Las piedras de contar y los cheques son prácticas entre cuerpos animales solo al «alcance» del género homo. Operaciones por las que unos cuantos cazadores-homo provistos de afilados sílex (piedras de contar, cheques, «ingeniería» financiera, mercados de valores, fondos de inversiones…) rebanan las carnes y agujerean los huesos para acceder al tuétano de las interminables manadas de presas-homo.

Pero con todo y ello, el ajedrez, de contemplar España como un tablero político, nos revela una traición. La traición, mucho más cuando es prolongada, es uno de los agravios más mezquinos que se cometen y se sufren. El entretejimiento traición y política, históricamente, forma una tela de araña de una longitud cuasi infinita que, por tanto, no debe sobrecoger o entristecer. Sin embargo, no siempre es evitable el apabullamiento, el doler, el abrasamiento al que lleva cada nueva traición.

Ese dolor que abisma tiene explicación en quien trepa por el árbol del Bien una y otra vez, sin descanso, como le sucede al optimista, aunque hay otras razones. Así, la afección de difícil tratamiento de la sorpresa tras la sorpresa, de esta última tras una anterior, y aun otra y otra más antiguas. Nosotros centraremos el dolor sobrevenido por la traición política en el concepto «cronotopos», que introdujo el lingüista ruso Mijail Batjín.

Para Batjín un cronotopos es la visión que una sociedad tiene del mundo en una época dada. Entonces, si la visión en el Renacimiento de los alfiles y de los caballeros, modelos virtuosos a los que secundar, estaba clavada en la Antigüedad clásica, hoy el cronotopos ha desfigurado a estas figuras ajedrecistas, por cuanto la virtud ha sido equiparada con la necedad. El virtuoso es un necio; o sea, un imbécil.

Y esto se ejemplariza en aquellos que observamos, tontamente sorprendidos, cómo un partido político que se intitula «Español» acaricia la idea de desguazar el «vehículo» de la lengua castellana que circula por las autovías de la enseñanza (se dedicará una columna a esta real alucinación). Y cómo este desvencijar es una de las piezas de ajedrez que despiezan la nación por los pactos con los despiezadores (ERC y Bildu). 

Los que esto observamos somos los necios. Pero, ¿solo necios? No. Desde la posición de los espectadores que están apostados tras quien maneja el ejército que tiene en jaque, en el gran tablero-país, al contrario, ya en retirada, somos, además de necios, unos fachosos, lo que revela que estamos felizmente condenados al exilio de este cronotopos.