Navidad, por orden del Gobierno

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

25 nov 2020 . Actualizado a las 08:43 h.

Si algo se agradece del borrador del Gobierno de no-celebración de la Navidad es la recomendación de suspender las celebraciones sociales. Supongo que se refiere a ese martirio de cada diciembre disimulado en el eufemismo de comidas o cenas de empresa o en el muy socorrido argumento de «tenemos que almorzar o cenar antes de Navidad». En las primeras todo el mundo tiene la obligación de estar contento, de festejar el feliz encuentro con los jefes y de beber para no desentonar. Si el Gobierno, previa consulta con las comunidades autónomas, nos da una disculpa para no asistir a tanto jolgorio, prometo escribir un artículo a su favor. Y ahí termina mi celebración del borrador.

Para el resto solo tengo comprensión: comprendo que es inevitable lo propuesto, desde el toque de queda al atentado contra las familias muy numerosas. Comprendo que se roce el ridículo al hablar de cabalgatas de Reyes estáticas, todo un desafío a la imaginación. Y comprendo que se nos recomiende visitar los belenes, donde los haya, como antes se recomendaba la «visita a los monumentos» en Semana Santa. Tenemos una pandemia y hay que evitar los peligros añadidos. Y además, qué diablos: ya estamos avisados de una Navidad distinta y ya estamos acostumbrados a todo. A nosotros nos van a hablar de restricciones después de dos estados de alarma, de todos los confinamientos y de llevar diez meses sin poder abrazar a nadie de fuera de casa. Estamos preparados para lo peor, incluso para no cantar villancicos por prescripción médica, con lo cual nos quedamos sin mirar cómo beben y vuelven a beber los peces en el río, detalle que siempre me intrigó.

En el fondo, lo que quiere hacer el Gobierno es descargar sobre la sociedad la responsabilidad de la autoprotección. No va a poner un guardia en cada esquina a vigilar cuántas personas se reúnen a adorar el capón ni a contar los pajes que llevan los Reyes Magos, que no pueden ser más de uno por rey. Tampoco va a llenar las carreteras de controles, que bastante tendrán los pobres agentes con atender las denuncias de la amable vecindad cuando oiga algún ruido. Así que nos toca a todos tomar la Navidad como si fuese Semana Santa, con cierto grado de recogimiento y esperando que sea la última en estas condiciones, porque las vacunas contra el covid están a punto de llegar.

Como periodista, lo que más me preocupa es el sorteo de la Lotería. ¿Qué va a ser de esos lugares donde toca y hay gran celebración, vecinos que se abrazan, botellas de cava que se abren, loteros y loteras que repartieron los premios mayores? ¿Qué reportajes van a hacer las televisiones, si las pueden acusar de fomentar el alboroto del gentío? Pero estoy anticipando la crónica de esos días. Pido disculpas.

Les animo a todos a que se vayan haciendo a la idea. Dijo Pedro Sánchez que esta iba a ser la Navidad de la distancia, y Sánchez siempre dice la verdad.