Bellas y buenas personas

OPINIÓN

03 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos tenemos un pasado, y algunos tenemos más pasado que otros. No me refiero a la edad, no hace falta haber vivido muchos años para haber vivido más de lo recomendable. Nunca se me ha dado muy bien vivir. He sido alcohólico, o lo soy, nunca he estado demasiado seguro de si he dejado de serlo a pesar de llevar más de diez años sin probar ni una gota. He escrito sobre mi adicción algunas veces, pero evidentemente no he contado todo, ni lo haré. No me daría la vida para contar tanto, no recuerdo demasiadas noches, y algunas de las cosas que recuerdo me producen un dolor casi físico al emerger en la memoria. La mayoría de ellas morirán conmigo. 

El otro día se me ocurrió hablar de esto en Twitter a raíz de la muerte de Maradona. Llevaba un buen rato viendo cómo se sacaban las cosas feas, reales o no, que el jugador había cometido en vida. Su rechoncho cadáver todavía estaba caliente. El tuit que desató la pequeña polémica realmente no mencionaba al futbolista. No era esa mi intención. Simplemente puse en duda tanta pureza. Tanta bondad. Tantos rectos principios y tanto a mí me duele más que a la víctima. Tanto golpe en el pecho. Dije que no me fiaba de gente así. 

No es que crea que toda esa gente tiene el armario a rebosar de cadáveres. No deduzco de su histeria que anden poniéndose medallas para que no hablen de ellos o para tapar sus sentimientos de culpa judeocristianos. Simplemente no me fío de la gente que se esfuerza tanto en sentir más una violación o un asesinato que quienes lo han sufrido. No me fío de quienes se esfuerzan tanto en que carguemos con nuestro pasado hasta después de muertos si nos han juzgado los jueces en una sala como si no. No me fío del hampa que quiso juzgar a Peter Lorre y creo que nadie debería hacerlo. 

Tampoco es cierto que esta gente se limite a juzgar a quienes han cometido un hecho reprobable o delictivo. Ahí tienen a Woody Allen, que sigue siendo rechazado por simples habladurías que han influido en muchos actores que se arrepienten, o eso dicen, de haber trabajado con él, aunque la habladuría ya existía cuando lo hicieron y solo estos tiempos que corren han logrado que salgan a mostrar un arrepentimiento que no sienten. El silencio y la indiferencia se transforman ante las hordas en complicidad con la pederastia, el pánico moral de conspiracionistas a izquierda y derecha que convierten en una caricatura un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de la gente. Así, tu pasado puede ser turbio o no, puedes tener cuentas pendientes o no, puedes ser espeluznante o no, y el efecto sigue siendo el mismo. En realidad no importa lo que uno hizo o dejó de hacer, importa lo que la gente cree o lo que parezca que es uno, y los suyos les aplauden por estar en el lado correcto. Es la mejor manera de ponerse una medalla por no haber hecho nada, que es básicamente en lo que consiste ser woke.

Creo en la reinserción. Es un derecho que todos tenemos y que solo los salvajes preilustrados niegan. No solo para quien ha pagado por sus delitos. También para quienes tenemos un pasado. Creo en la redención. Pero es imposible obtenerla si los hechos importan menos que la moral. Para mí, esto es algo fundamental si eres de izquierdas. Lo espeluznante es que el otro día, algunas de las contestaciones a mi tuit insinuaban cosas espantosas sobre mí, sin conocerme de nada. Una persona hasta vino a explicarme qué es ser un adicto. Otra dijo que la bebida simplemente te muestra como realmente eres. Hubo algún momento en el que se me puso muy mal cuerpo al leer todo eso. Sentí miedo. Jamás había visto con tanta nitidez que en realidad no importa lo que hicieras o dejaras de hacer, y lo que es peor, tampoco importa lo que hicieras después de aquello tan presuntamente terrible que tal vez hiciste. No es Maradona con todo su mal vivir a cuestas. No soy yo. No somos nadie y somos todos. Están intentando colarnos una de las ideas más reaccionarias de la Historia envuelta en papel de regalo. Es repugnante.