Este saludo rufianesco a Pedro Sánchez, etcétera, podrá tener sus entrañables secuelas en fechas venideras, pues no habrá obstáculo a los encuentros de allegados, «aquellos que tienen una vinculación sentimental muy determinada», según el Diccionario urgente del ministro Illa, otro allegado súbito. A los inminentes guateques con langostinos y matasuegras podrán sumarse otros allegados célebres. Por ejemplo, Arnaldo Otegi, quien podrá atravesar la Península con la facilidad con la que un cuchillo atraviesa un queso para reunirse con el allegado Ejecutivo. Qué menos que tomarse la molestia por Pablo Iglesias, allegado que calificó el sí de Bildu a los Presupuestos como «la mejor noticia para la democracia». No hace falta que el Gobierno insista en que las fiestas serán distintas. Lo serán, y no solo por el covid. Pues no ha de tardar el día en el que rufianes y otegis se cobren sus «servicios» a la patria. O sea, que allegados somos, y en el camino nos encontraremos.
