Estados Unidos ha demandado a Facebook por monopolio. El envite es formidable. Llega con el respaldo de la administración federal y de 48 estados. Y puede provocar que Mark Zuckerberg tenga que desprenderse de las otras dos grandes joyas de su triple corona: WhatsApp e Instagram. También pone en cuestión los principales métodos empleados por los gigantes de la Red para aumentar su hegemonía: canibalizar propuestas y servicios innovadores y comprar empresas emergentes como fueron en su día la aplicación de mensajería favorita de los españoles o la principal red de contenido visual de occidente.
Las voces que cuestionan y recelan de la inmensa concentración de poder en manos de unas cuantas megacorporaciones han crecido, con motivo y razón, en los últimos años. El éxito de las GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) crea oportunidades para otras empresas y puede ayudar a acelerar la digitalización y a la fijación de estándares universales, pero estas compañías son tan enormes que afectan a las vidas y a los bolsillos de cientos de millones de personas, incluso en los países en los que apenas pagan impuestos. Las ballenas de Internet poseen dinero, influencia y ambición. Y no paran de expandirse. ¿Deben ser contenidas? ¿Es ya demasiado tarde para hacerlo sin conflicto? ¿Quién, salvo otro monstruo empresarial, tiene la pasta para comprar WhatsApp?
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