Ejército y sociedad

OPINIÓN

Soldados del regimiento de infantería número 3 de la Brigada Galicia con base en Cabo Noval durante el repliegue parcial de la estación de triaje instalada por el ejército en uno de los aparcamientos del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA)
Soldados del regimiento de infantería número 3 de la Brigada Galicia con base en Cabo Noval durante el repliegue parcial de la estación de triaje instalada por el ejército en uno de los aparcamientos del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) José Luis Cereijido

13 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Parte Primera (1 de 2)

Una sociedad no debería temer a su ejército. Este nace de aquella, que lo abastece de un armamento escalofriante para que la defienda, no para que se revuelva contra ella. Este sencillo principio, sin embargo, no es atendido con hábito en el orbe, donde ese mayúsculo poder suele caer en manos de egomaníacos. Las naciones anglosajonas son, por el contrario, ejemplares en la misión primigenia. Y en la UE tampoco Saturno intenta devorar a sus hijos, con dos salvedades: Alemania y España.

La turba fascista que carbonizó Europa y, al poco, el Mundo en la primera mitad del XX, dejó brasas que ahúman todavía en Alemania y España. No en Italia, donde empezó la marabunta, ni en Grecia o Portugal, que contragolpearon y el sencillo principio está asumido. A Alemania, que abrió su propia fosa de las Marianas (11 kilómetros de profundidad en el océano Pacífico), un abismo al mismo núcleo del Infierno, le es imposible no verse en el espejo con la forma del Fuhrer. A España, impregnada durante tanto tiempo, pero durante tanto tiempo, de un satanismo de tinte tan perverso que ofendió a Satán y extasió a la Iglesia, igualmente le es imposible apartarse del espejo que refleja al Caudillo, el «Irrepetible», que dice el general Francisco Beca, el que, como no se conforma con fusilar a más de media España, alinearía a los niños frente al paredón.

(Este es un caso fulgente del dicho «ser más papista que el papa». Un periodista extranjero le preguntó a Franco, creo recordar que fue en 1939, si iba a fusilar a media España, a lo que el criminal respondió con un «ya se verá». Los 26 millones de Beca, «y me quedo corto», es más de la mitad de los españoles, y si añadimos niños… Franco no se cebó así con los niños «rojos»; lo que hizo fue reeducarlos, que es lo que hacen hoy, copiando al Irrepetible, en las escuelas de la periferia peninsular y en las del archipiélago mediterráneo. O sea, fabricar tullidos cerebros en serie).

Parte Segunda (2 de 2)

Pero entre los alemanes y los españoles hay una divergencia. Los alemanes van a por sus nazis, sean militares o policías, y los empapelan, aun a pesar de no pronunciarse descaradamente. Los españoles, en cambio, les dejan hacer a los suyos. Antes del golpe de Tejero se sabía de reuniones y panfletos (el periódico «El Alcázar» estaba en la primera línea de fuego) de los oficiales más fusileros. En el presente, cartas y comunicados de más de 400 militares, dos de ellos tenientes generales retirados, no dan tregua.

Que esta actitud desborda a los jubilados (a partir de los 65 años) y está presente en los cuarteles es tan notorio como preocupante. El presidente del Gobierno que, lamentable, pero no sorpresivamente, no es la atiplada canciller germana, deja qua las cosas sigan su curso «natural».

Viene de atrás la matriz del asunto: la selección de quienes entran en las academias de soldados, suboficiales y oficiales; y de quienes imparten las materias, y de la permanencia de la simbología franquista. En la Academia General Militar de Zaragoza, cuya promoción XIX, algunos de ellos, dijeron lo que dijeron en el chat del genocidio, se mantuvo hasta 2006 un busto de Franco, visible por su ubicación y proporciones. Es de ayer y será de mañana. Porque, ¿qué sino seríamos los españoles?

(Hace unos pocos años había un joven que portaba un zurrón cargado de virtudes: franquista, hitleriano, racista, xenófobo, homófobo, etcétera, etcétera). El joven se presentó a los exámenes de ingreso en la Guardia Civil. Pasó todas las pruebas, excepto una, la entrevista con el psicólogo, que no le costaría mucho abrir el zurrón. Hoy este joven es soldado).