En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, «ni pensar en ella»

José Ramón Llera Rodriguez

OPINIÓN

Multitudes en el centro de Gijón en una fotografía que pudo haber sido tomada en 1931 o el 14 de abril de 1932, es decir, en el primer aniversario del Día de la República. Es un positivo del fondo de Patricio Adúriz que lleva el sello de Foto Klark
Multitudes en el centro de Gijón en una fotografía que pudo haber sido tomada en 1931 o el 14 de abril de 1932, es decir, en el primer aniversario del Día de la República. Es un positivo del fondo de Patricio Adúriz que lleva el sello de Foto Klark Muséu del Pueblu d'Asturies

30 dic 2020 . Actualizado a las 11:30 h.

Tal y como se están produciendo los acontecimientos este año 2020 parece como si los Idus de Marzo de Julio César, aquel prohombre de la República Romana (corrompida ya en aquel tiempo hasta los tuétanos) que aspiraba a ser su emperador y fundar una dinastía, se hubieran confabulado para acabar con una parte de la Hispania Romana llegada hasta nuestros días.

Sin lugar a dudas, las temporadas de primavera y verano de este año 2020 pasarán, a los anales de la historia de España como los meses mas convulsos desde el Golpe de Estado de 1936, dado por los generales nazi-fascistas del general Franco, y apoyado hasta sus últimas consecuencias por las fuerzas reaccionarias sociales, económicas y políticas, alentadas y dirigidas por un clericalismo católico cuya estructura, asentada fuertemente en todo el territorio nacional les daba alma, cuerpo e ideas para conseguir el objetivo que lamentablemente alcanzaron: derrotar a la segunda República española y destruir todo vestigio que la pudiera recordar. 

Si bien alcanzaron el primero, el segundo no.

Ni la dictadura ni la Iglesia, en perfecta comunión con el capitalismo patrio (que de unos años para acá, con el apoyo de demasiados prebostes que con todo cinismo se manifiestan de izquierdas y socialista, se autodefine progresista, queriendo hacer ver en todas  sus declaraciones que su objetivo con las inversiones que hace es crear puestos de trabajo, y no conseguir pingües beneficios a costa de los trabajadores, utilizando para ello cualquier artimaña que la ley le permita), fueron capaces de borrar (durante el tiempo que duró la represora dictadura, militar y clerical) del recuerdo de las españolas/es los avances logrados con la República, y el maravilloso sabor que tiene la Libertad al sentirse Ciudadanos y no súbditos, después de tantos siglos de Historia.

Como todas/os sabemos, hasta tal punto esto fue así, que los planes del dictador/sátrapa para cuando muriera (el Papa Razinger dijo que el infierno no existía) sus leales servidores no los pudieron llevar a cabo: ni una monarquía al estilo marroquí suavizada, ni el modelo inglés del siglo XVIII, que le encantaba al zapatones del bombín.

Y el Borbón, con el recuerdo todavía fresco de que los griegos, a su cuñado Constantino, le habían puesto en la calle por echarse en brazos de los coroneles, el ejemplo de las monarquías europeas, y que ni España, ni el entorno, estaban por seguir consintiendo que la Nación más vieja de Europa, no estuviera gobernada por un sistema democrático, optó, como hombre perteneciente a la oligarquía europea de su tiempo, por la elaboración de una Constitución de estructura liberal, de apariencia social, democrática y de derecho, realizada por las fuerzas más representativas en aquel momento, y cuya legitimidad no podía ser discutida.

Las fuerzas políticas de la izquierda valoraron, en aquellos años pre-constitucionales, que una Constitución monárquica era un mal menor asumible, y la apoyaron, a pesar de la Historia escrita con su sangre.

Se podía decir sin entrar en mayores profundidades que España volvía a caminar por la senda de la democracia, una senda construida por la República en el año 1931, y que los súbditos del Borbón, de aquel tiempo, en unión de los facciosos destruyeron. Pero nunca se dijo, porque de los principios que sirvieron de base para su construcción, los de ¿izquierdas?, usufructuarios como los de ¡derechas¡, de las canonjías que dadivosamente da la Carta Magna borbónica, no quieren ni oir hablar de ellos.

Como consecuencia de lo anterior, analizados los hechos realizados al amparo de la oscuridad que genera el manto protector de la borbónica Carta Magna, desde la perspectiva que dan los 42 años vividos desde su aprobación, la credibilidad de las fuerzas de la izquierda, ganada a base de lucha, dolor y sacrificio, se ha marchado por el sumidero de la Historia, y en este momento se encuentra al nivel de las fuerzas de la derecha. La metamorfosis sufrida por las fuerzas de ¿izquierda? ha sido brutal, hasta tal punto que las fuerzas reaccionarias de la derecha están exultantes y manifiestan a voz en grito por sus muchos altavoces que su historia es mentira y que son unos traidores a España.

Decía Orwell: el socialista de la vieja escuela, acostumbrado a luchar contra algo que se llamaba privilegio de clase, daba por cierto que nada de lo que es hereditario puede ser permanente. No comprendía que la continuidad de una oligarquía no necesita ser física. Lo esencial de la regla Oligárquica no es la herencia de padre a hijo, sino la persistencia de una cierta manera de ver el mundo y de un cierto modo de vida impuesto por los muertos a los vivos. Un grupo dirigente es tal grupo dirigente en tanto pueda nombrar a sus sucesores. No importa quien detenta el poder con tal de que la estructura jerárquica sea siempre la misma. 

    

José Ramón Llera Rodriguez es exsecretario general de la Agrupación Socialista de Gijón