Fiestas y burbujas

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Lorena Sopena | Europa Press

04 ene 2021 . Actualizado a las 14:03 h.

En estas fechas se habla más que nunca de la burbuja. Casi siempre de la burbuja familiar. Las conversaciones parecen un baño de espuma. Que si recomiendan una sola burbuja, que si en Nochebuena se juntaron dos, que si en Nochevieja se rompieron muchas... Pero resulta que hay otras grandes burbujas que sí padecen un grave aislamiento. Las de aquellos que se sienten totalmente ajenos a la pandemia y a las normas que se aplican para intentar contener la expansión del virus. Porque esa enfermedad y esas muertes no van en absoluto con ellos. Y son miles y miles los que habitan esas burbujas superpobladas. Se pudo comprobar en Fin de Año, con las fiestas multitudinarias que se organizaron con gran éxito de público en la Bretaña francesa y en Llinars, Barcelona. Con asistentes de distintos países despidiendo el 2020 como si fuera un año cualquiera. Otro más. No iban a cambiar sus planes de farra por una crisis sanitaria mundial... Son, además, de esa gente que tiene mucho que decir a los agentes que acuden a desalojarlos treinta o cuarenta horas después de que empezara a sonar la música (a ver si a otros delincuentes se les concede semejante prórroga). Impermeables tanto a las leyes como a las tragedias. Puro egoísmo disfrazado de libertad y de buen rollo. «No estamos haciendo nada malo. Solo bailamos». Con esa simpleza se defendían algunos al ser identificados. Como si fueran inofensivos corderos pastando en el prado. Que sepan que todos ellos han estado bailando sobre tumbas. Pero, como están convencidos de que no serán las suyas ni las de los suyos, seguirán viviendo en su burbuja. Hasta que, si las vacunas no lo impiden, les explote en la cara.