Gibraltar: el fin de un espejismo

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

JON NAZCA

06 ene 2021 . Actualizado a las 08:59 h.

Estaba claro que no iba a ser. La fantasía de que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea obligaría a los gibraltareños a suplicar su reintegración a España nunca tuvo una base real. La política de la soberanía no es lo mismo que una negociación comercial y Gran Bretaña, por mucho que en el tira y afloja del brexit partiese con ciertas desventajas, es una potencia. Si algo caracteriza la política internacional es la ley del más fuerte, ya sea en lo militar o en lo diplomático. Pero a la UE le interesó durante un tiempo crear esa falsa expectativa, y el Gobierno español de entonces lo creyó o fingió creerlo. En realidad, Bruselas tan solo pretendía presionar a los británicos, guiada por otra fantasía: la de que Gran Bretaña, de alguna manera, acabaría ignorando el resultado de su referendo del 2016, o celebrase otro, o simplemente decidiese no salir de la Unión. Aquel error de análisis ha terminado costando caro, porque Bruselas orientó toda su estrategia en función de esa posibilidad y empezó a negociar en serio demasiado tarde. Al final, ambas partes han pasado apuros, pero, objetivamente, son los británicos quienes, sin poder decir que se hayan llevado el gato al agua, han obtenido mejores condiciones que Europa.

Gibraltar es un ejemplo claro de esa victoria británica. Se ha intentado poner el acento en «la desaparición de la verja» de Gibraltar como un hito histórico, como si se estuviese suprimiendo una frontera. En realidad, la verja ya era accesible desde hace cuarenta años y la noticia es más bien que España acepta que Gibraltar pase a formar parte del espacio Schengen; por eso la frontera física no es ya necesaria. No hay en ello ninguna cesión de soberanía británica, ni cosoberanía, ni se ha acercado un milímetro la posibilidad de que Gibraltar vuelva a ser territorio español. Al contrario, la medida de presión, siempre ilusoria, de que Gibraltar hiciese concesiones al sentirse aislada, ha desaparecido para siempre. Cierto que las autoridades españolas participarán en el control de las fronteras aéreas y portuarias de La Roca, pero esto sucederá dentro del sistema de Frontex, la entidad de fronteras europea, de la que España forma parte pero que no tiene bajo su control; y, en todo caso, esto será únicamente durante un período transitorio. No era difícil imaginar que esto acabaría así. La libertad de movimientos entre Gibraltar y España puede ser crucial para los gibraltareños, pero todavía lo es más para el territorio español circundante, que depende en una medida enorme de los puestos de trabajo que proporciona La Roca. A veces lo simbólico se impone a lo pragmático, pero lo habitual es que suceda lo contrario.