Después de dos meses de guerra, el Ejército Popular Saharaui ha atacado suelo marroquí. Al menos con esa frase termina un comunicado de un medio digital dependiente del Frente Polisario, porque la comprobación sobre el terreno por parte de observadores internacionales es por ahora imposible. Por supuesto los medios marroquíes -sometidos a una estrecha vigilancia política y policial- no dicen ni una palabra de la nueva guerra en la antigua colonia española del Sáhara Occidental.
Rebobinando, hace dos meses Marruecos se saltó a la torera el alto el fuego en vigor desde 1991, entró en la no man's land del sur y asfaltó una carretera para que sus camiones pudieran ir y volver a Mauritania, expulsando a civiles y militares saharauis y, desde luego, con la ONU desempeñando su ya clásico papel de don Tancredo.
El Polisario respondió atacando inmediatamente el muro de dos mil kilómetros que divide el Sáhara, y ahora Argelia le da cobertura con unas maniobras militares con fuego real rozando la zona de conflicto. Sin duda los independentistas hacen lo correcto desde su punto de vista: ante la pasividad mundial con una nueva guerra que no aparece en los periódicos, han decidido que las bombas caigan en Marruecos. Siempre, según ellos, en posiciones militares de las localidades de Taref Bouhanda y Lebaaj.
El reloj corre desde hace años en contra del Frente Polisario y recuperar el tiempo perdido le va a resultar todo menos fácil. Pero la pelota está en el tejado marroquí. Y en el de la desaparecida ONU.