Crimen y castigo

OPINIÓN

Dos trabajadores charlan. Uno lleva una mascarilla higiénica y el otro una máscara protectora
Dos trabajadores charlan. Uno lleva una mascarilla higiénica y el otro una máscara protectora FRANCOIS LENOIR

28 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo varias papeletas para el sorteo del coronavirus. Todos los días, de lunes a viernes, recorro en transporte público buena parte de mi provincia para ir a trabajar. Mi trabajo, como la mayoría de trabajos de este país y probablemente del planeta, no se puede hacer desde casa. Así que tardo algo menos de una hora para ir y otra para volver. Si contrajera la enfermedad sabría perfectamente que solo hay dos lugares en los que he podido dejar al bicho entrar, pues mi círculo es bastante reducido y salgo muy poco de casa. Así que, con todas las precauciones que suelo tomar y la vida casi monacal que llevo, la cosa está clara, aunque quién sabe, todas las Comunidades Autónomas nos dicen que en el trabajo es poco menos que imposible contagiarse.

Me irrita profundamente esta histeria que escucho y leo pidiendo a la gente que no salga de casa. Les voy a decir una cosa: para la mayoría es absolutamente imposible no hacerlo. Esto es así. Pero el relato, que es esa forma de mentir sobre lo que ocurre haciendo encajar la realidad en tu molde a martillazo limpio, dice que eres un irresponsable por hacer lo único que puedes hacer. Así que si te contagias, es que has hecho algo mal. Como has hecho algo mal, la culpa de tu enfermedad es única y exclusivamente tuya por haber estado jugando con fuego. Si no salieras de casa no estarías molestando en el hospital o en el centro de salud. Eres un irresponsable. Supongo que el siguiente paso debería ser, si quienes están todo el día predicando quieren ser coherentes, negar la asistencia sanitaria a quien a todas luces ha hecho todo lo posible por ponerse enfermo. Aunque no sea cierto.

Convertir la pandemia en una cuestión moral es un éxito, nadie puede negarlo. En este país llevamos desde que empezó este espanto ignorando sistemáticamente los contagios en lugares de trabajo a pesar de que hasta hemos inaugurado una cepa nueva entre los maltratados y explotados jornaleros en Aragón y Cataluña este verano que se ha extendido por medio continente.

Pero como hemos determinado que quien se contagia es por ser un irresponsable, la única forma de corregir el mal comportamiento es el castigo. Y ese castigo es el confinamiento total. No quiero pecar de audaz, pero en la mayoría de las ocasiones en las que leo y veo a alguien pidiendo esto, ese alguien o bien puede teletrabajar, o bien tiene el dinero por castigo. Los hay que incluso tienen ambas cosas. En cualquier caso, su situación económica y laboral no va a cambiar sustancialmente. Para ellos no hay ningún problema con parar quince días o un mes. Pero la realidad de cientos de miles de personas es que eso les puede arruinar. Esto es así. Y es tremendamente injusto. E hipócrita. Si todos nos contagiamos por irnos de juerga, en el botellón, en el bar o en el parque, carece absolutamente de sentido decirle a la gente que tiene que dejar de ir a trabajar de lunes a viernes. Lo cierto es que la histeria no es buena amiga de la razón, y a poco que rasques puedes ver que las restricciones son bastante arbitrarias demasiadas veces, pero todos tragamos porque una vez determinada la culpabilidad del reo, merece punición.

¿Cuántos brotes se han dado en librerías? ¿En mercerías? ¿En el estanco? No puedo evitar meterme en la piel de los dueños de pequeños comercios mal llamados «no esenciales» que viven en una ruleta rusa constante. Anoche, volviendo a casa, vi cómo la policía municipal vigilaba atentamente a los pequeños comerciantes del barrio para que cerraran a la hora marcada por las nuevas restricciones a pesar de que ya estaban cerrando cuando llegaron.

Soy consciente de que en la situación actual tiene que haber restricciones. Pero no estoy de acuerdo con un confinamiento total. Con frecuencia, cuando digo esto, suelen venir a decirme que de la ruina se sale, pero de la muerte no. Supongo, claro, que quien dice eso jamás en su vida ha estado en la ruina.  Y que un confinamiento total le va a permitir pasarse quince días en pijama. Hay mucho que ver en Netflix.