Gregorio Pérez y Pedro Pidal apoyarían la Travesera

OPINIÓN

01 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Corría el año 2004, y se cumplían entonces 100 años de la primera ascensión al picu Urriellu por parte de Gregorio Pérez de María y Pedro Pidal. Una efeméride esencial, porque aquella gesta no fue únicamente el germen del alpinismo español. Fue el comienzo de una nueva Era en la relación de la Humanidad con la naturaleza y el medioambiente.

Gregorio y Pedro habían hecho mucho más que Historia. Habían demostrado al mundo que desde una España empobrecida y llena de desigualdades en relación a sus vecinos europeos, se podía hacer expugnable lo hasta entonces inexpugnable. Con coraje, valor, inteligencia, entrenamiento, conocimiento del medio y patriotismo.

Gregorio y Pedro demostraron al mundo que cuando se trata de un desafío total, no existen las clases sociales, solo cuenta la bondad, solidaridad y espíritu de equipo. Ellos no fueron en aquel momento un humilde pastor y un señorito de la alta sociedad de la época. Fueron una cordada de dos, una expedición al límite, dos compañeros montañeros en busca de un sueño.

Un sueño que abrió las puertas para que miles de amantes de la naturaleza, del deporte, de la aventura, y de la investigación  convirtieran los Picos de Europa en uno de los macizos más aptos  del mundo para la vida saludable, el entrenamiento y disfrute al aire libre, la preparación física y mental de élite, y la investigación científica puntera.

Por eso en la actualidad los Picos de Europa son un ejemplo y un espacio único para la superación humana y la supervivencia en el más amplio sentido.

Escaladores, montañeros, espeleólogos, geólogos, ingenieros, biólogos, fuerzas y cuerpos de seguridad, rescatadores, pastores o guías de alta montaña, entre otros muchos que me quedaran sin mencionar, fueron paulatinamente abrazando el sueño de Gregorio y de Pedro. Abrazando el sueño de que sus pequeños pasos en los Picos de Europa eran una gran paso para la Humanidad.

Corría el año 2004, y aquella crucial efeméride paso sin pena ni gloria, excepto para la familia montañera y cuatro allegados. Una vez más Asturias y España exhibían el abandonismo y desidia que las caracteriza cuando se trata de tomar ejemplo de los mejores y no de los mediocres.

Pero como los Picos de Europa son un universo mágico, ese mismo año saltó en sus entrañas una nueva chispa de creatividad y deseo de abrazar la naturaleza: nacía la Travesera.

Es como si los espíritus de Gregorio Pérez y Pedro Pidal, haciendo piña una vez más, estuviesen iluminado los senderos y las canales de los Picos de Europa con sus frontales de inteligencia y valor.

Y es que la Travesera parece pensada por ellos en una noche estrellada: una carrera de montaña de gran dureza, pero concebida para disfrutar superándose a uno mismo. Veintiún horas de gloria y sufrimiento para demostrar y demostrarse que un ‘más difícil todavía’ es posible, en perfecta armonía con los demás y con el medio.

La Travesera es un ejemplo de altruismo activo, que hereda el legado de estos pioneros, y lo respeta en su esencia.

Estoy completamente segura de que el cainejo Gregorio Pérez y el gijonés Pedro Pidal apoyarían la Travesera: porque es una forma de progresar, de conocer el medio natural y aprender a respetarlo en toda su dimensión, de crear riqueza en el entorno y de poner en el mapamundi de la innovación los Picos de Europa, y todo esto para que no tengan que hacerlo - como casi siempre - los de fuera.

Y además, en estos tiempos de pandemia es una prueba ideal para combatir el estrés y para mirar hacia el futuro con firmeza, demostrándonos que un mundo mejor es posible: aquel que no le da la espalda a la naturaleza.

Prohibir y poner trabas es consustancial al alma española. Hay una parte de ese alma que detesta el talento y la valentía pero por suerte otra, la de Gregorio y Pedro, solo vive para la libertad de pensamiento, parar crear y para creer, para correr hacia una meta por humilde que sea, y para sudar la camiseta como una campeona...