El obsceno contrato de Messi y Bartomeu

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Alejandro Garcia | Efe

02 feb 2021 . Actualizado a las 08:42 h.

Bartomeu jugó con el dinero de los demás para mantenerse en el cargo. Qué fácil es gastarse el dinero cuando sale de los bolsillos de otros. Cuando Bartomeu firma el obsceno contrato con Messi, su sillón de presidente empieza a estar en llamas. Había ganado una Champions, la última, como presidente en funciones, pero, desde que triunfó en las elecciones al Barcelona, solo veía, desde el palco, cómo su máximo rival, el Madrid, encadenaba Champions como si fuesen rosquillas. Bartomeu era un César sin laurel europeo, que se tenía que contentar con victorias en los torneos domésticos. Nada como atar sin mirar a tu mejor gladiador para que el público se ciegue con sus regates imposibles y no mire quién está al mando. Todo puede ser poco. Su error es que hipotecó la casa en la que vivía, más que un club, y el contenido que tenía.

Después se secaron también los títulos en la Liga, y una presidencia de un club como el Barcelona sin títulos te convierte en un Cantinflas sin gracia. Y los números rojos pasaron a ser números infrarrojos.

Todo siguió a peor. El culebrón fue creciendo con expedientes X: del caso Neymar que acabó con Rosell al caso Barçagate sobre la presunta contratación de una empresa para crear perfiles falsos en las redes sociales que ensalzasen al presidente del Barça y atacasen a sus críticos. Rumor feo. Lo que estaba en llamas, empezó a formar montañas de ceniza.

A Bartomeu se le conocía como Barto y por su perfil bajo. En segunda fila se puede ser discreto, el problema es cuando hay que dar la cara. Fue directivo con Laporta, llevó la sección de baloncesto, deporte que practicó, y ascendió con Sandro Rosell. Cuando Rosell terminó entre rejas, Barto se hizo fuerte y alcanzó la cima. Una cima en la que jamás ha dejado de sentir frío, aunque lo haya intentado disimular con esa sonrisa de chino que le sale cuando aparta micrófonos y no quiere contestar. Lo suyo no es acertar con las palabras ni con los contratos. De Abidal había dicho cuando estaba enfermo que «renovará en cuanto juegue un minuto», clamorosa falta de tacto. Y así hasta ahora que se conoce que fue él quien arrimó el Titanic del Barça al iceberg para que se rajara mientras sonaba la música del argentino.

Dicen que Messi hace milagros jugando al fútbol. Pero su mayor milagro se conoció con detalle este fin de semana: nunca nadie le sacó tanto dinero a un catalán, aparte del independentismo. Será porque el dinero no era de Bartomeu. Los jugadores de club, esas mascotas, no existen. Messi juega por el color del dinero, no por el color de la camiseta. Como todos.