Científicas y matildas

Margarita Hermo PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

11 feb 2021 . Actualizado a las 09:59 h.

Hace unas semanas descubrí una campaña en redes llamada #NomásMatildas, una iniciativa puesta en marcha por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas que alerta sobre los efectos de la falta de referentes femeninos en la ciencia y en los libros de texto. Una realidad que, en demasiadas ocasiones, nos pasa desapercibida. De hecho, a mi mente en una primera instancia solo acudieron el nombre de cuatro científicas: Margarita Salas, Marie Curie, María José Alonso y María Josefa Wonenburger.

Conocí la existencia de esta última gracias a mi hermana, profesora de la materia y admiradora de la ilustre matemática gallega. Y su historia me impactó enormemente. Una brillante carrera internacional que finalizó anticipadamente para retirarse a Betanzos y entregarse al cuidado de su madre. Afortunadamente, Wonenburger pudo disfrutar del reconocimiento público en los últimos años de su vida. Pero ¿cuántas mujeres científicas han quedado en el ostracismo? Seguramente pensaremos que la respuesta pertenece al pasado, que hoy las oportunidades son igualitarias. Nada más lejos de la realidad.

En el año 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se celebra hoy, 11 de febrero. Una forma de evidenciar la importancia de visibilizar el papel que la mujer ha tenido y tiene en la ciencia, de combatir la desigualdad y los estereotipos de género que crean limitaciones y afectan muy tempranamente a nuestras generaciones más jóvenes. Seis años más tarde, viviendo una pandemia mundial que capitaliza los medios de comunicación, las redes y cualquier otra conservación, si lanzáramos la pregunta en todos los colegios y universidades, al margen del nombre de las empresas farmacéuticas, ¿cuántos sabrían quiénes son las investigadoras e investigadores que están detrás de las vacunas que se han desarrollado contra el covid? Estoy convencida de que el porcentaje sería bajísimo. ¿Por qué razón? Quizás deberíamos reflexionarlo.

La realidad es que la mayoría han sido mujeres: Katalin Karikó, bioquímica húngara cuyo trabajo sobre la molécula de ARN fue ignorado durante muchos años y hoy en día es la base de las vacunas de Moderna y BioNTech; Sarah Gilbert, la científica que lidera el desarrollo de la vacuna de la Universidad de Oxford; o Sonia Zúñiga, viróloga e investigadora del Centro Nacional de Biotecnología del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), por citar algunas.

El no reconocer la aportación de estas científicas e investigadoras, y no darles la trascendencia que merecen, contribuye a que sigamos sin referentes femeninas que ayuden a despertar vocaciones. Y si esto sucede en los países más avanzados, no quieran ni imaginarse el talento que se estará perdiendo en el mundo menos desarrollado, donde la mujer, en pleno siglo XXI, sigue sufriendo la falta de una educación elemental.