El rapero y la loca legislación

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Ramón Gabriel | Efe

11 feb 2021 . Actualizado a las 09:59 h.

Estoy tan alejado de algunos movimientos culturales que nunca supe apreciar el valor artístico del rapero Pablo Hasél. Hoy confieso mi ignorancia y me rindo ante su influencia política y social. Tiene que ser un auténtico genio de la nueva música para que su condena a prisión esté moviendo tanta información, tanta protesta y el no va más del éxito: como si fuera un secesionista preso, provoca una importantísima reforma del Código Penal. En el caso de los catalanes, se piensa modificar el código para que el delito de sedición parezca menos y se pueda adelantar su libertad, con los mismos efectos de un indulto. En el caso de Hasél, provocó una carrera entre el PSOE y Unidas Podemos para ver quién aporta mayor número de delitos para que desaparezcan como tales. Los legisladores que promueven ese cambio olvidan que el rapero ya tuvo cuatro condenas judiciales, algunas por hechos violentos. Lo único que importa en su libertad de expresión.

Lo primero que sorprende es lo poco que nuestros políticos conocen la legislación. Tienen que producirse una o varias sentencias judiciales para darse cuenta de que determinadas acciones son delictivas. Si Junqueras y compañía no hubiesen sido condenados por el Supremo, nadie habría advertido que el delito de sedición sigue vigente o que tiene difícil homologación en otras legislaciones de la Unión Europea. Si Hasél y otros artistas de desigual prestigio no hubiesen injuriado a la Corona o las instituciones, tampoco se preocuparían del contenido del código. Como digo, nuestros gobernantes y legisladores no se distinguen por su conocimiento de las leyes, pero tampoco por su olfato para detectar las sensibilidades de la sociedad, suponiendo que estas últimas influyan en sus decisiones.

Y así, la parte podemita del Gobierno se lanzó a redactar una proposición de ley para que sean plenamente legales las ofensas a la religión, la bandera, el himno o la Corona, y algo que resulta más sensible para la sociedad: también dejarían de ser delitos la apología del terrorismo y la humillación de las víctimas. No discuto que ofender a la religión, a los símbolos y a la institución real sea libertad de expresión. Cada vez que oigo una de esas ofensas me duele, pero comprendo que haya gente que disfrute con ellas o que mida el valor artístico de una canción por su desprecio de los valores que nos debieran unir. Creo que nadie debe ir a la cárcel por eso, aunque la buena convivencia también requiere algún tipo de correctivo. Espero que esa sea la posición del Partido Socialista.

En cambio, dar bula al libre enaltecimiento del terrorismo, después de las tragedias que ha causado en este país, me parece de una grave irresponsabilidad. Y dar barra libre a la humillación de las víctimas es, sencillamente, inhumano. Es como matarlas dos veces. Creo que ni a Bildu se le ocurriría proponer algo así.