Casas

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Ricardo Rubio | Europa Press

24 feb 2021 . Actualizado a las 09:31 h.

Las piedras tienen un valor simbólico del que muchas veces carecen las personas. Puede resultar cruel pero es así. Regresar a la casa en la que naciste te enfrenta a un universo de sensaciones que no siempre puedes concretar pero que están ahí. Aunque ni siquiera la casa exista ya y en su lugar se levante un sustituto que no consigue derrotar del todo una atmósfera o un no sé qué que detectas, porque volver a los lugares de antes es volver a lo que fuiste o a lo que crees que fuiste.

Es una historia que se repite, la de conceder a los sitios propiedades mágicas o humanas. Solo las personas pueden ser malas, pero resulta inevitable el respingo en un escenario que fue macabro. Las casas malditas salpican el presente como un recordatorio de la crónica de sucesos contemporánea, hasta que les llega la fecha de caducidad. Hay un consenso en evitar esos muros, como si se hubiesen contagiado de las fechorías y el dolor. El caso es que despreciar el carácter simbólico de las piedras es desatender una certeza. El 12 de agosto de 1999, Jose Bové y nueve compañeros de Vía Campesina asaltaron un McDonalds en Millau en la que se considera la primera batalla del campo contra la fast food multinacional. Para el francés, todo el capitalismo alimentario residía en aquellos muros.

Ahora es Pablo Casado el que reconoce el oscuro simbolismo de un edificio. Los fantasmas de la sede del PP en la calle Génova están por encima de sus ocupantes que, en sentido estricto, soportan el peso de una historia que fue hace cinco minutos pero que ellos consideran vergonzosa. Imagino que al entrar se les aparecerá el espíritu del destructor de discos duros o el redactor de la indemnización en diferido. Pero los edificios son más resistentes de lo que muchos piensan. El McDonalds de Bové sigue en pie en Millau. Veterana cadena de comida rápida, se indica en la reseña.