Nuestra Ilsa

OPINIÓN

Visita de Hitler a España en 1941, en una revista de tropas junto a Franco. En esa fecha el espía nazi Karl Arnold ya había montado su red en España
Visita de Hitler a España en 1941, en una revista de tropas junto a Franco. En esa fecha el espía nazi Karl Arnold ya había montado su red en España

25 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Había mucha gente preguntándose quién es la bella nazi con aspecto de llevar varios días sin sentirse los dientes que, con el desparpajo que caracteriza a quien tiene más lengua que cerebro, perpetró un discurso antisemita durante el acto nazi en homenaje a la División Azul en Madrid el 13 de febrero. Confieso que estoy poco sorprendido de que en un acto fascista que se celebra cada año los fascistas hagan sus cosas de fascistas, pero, en fin, hay gente escandalizada y sorprendida. Incluso anarcocapitalistas de esos de la culebra cercanos a la ultraderecha parlamentaria han invitado a la chica a participar en un aquelarre en internet y se han sorprendido de que la alegre muchacha tenga una bandera con una esvástica en su dormitorio, momento incómodo, qué duda cabe. Este intento de desvincular a los fans de Vox de la ideología nazi de la nazi, que era el objetivo, ha tenido resultados no demasiado inesperados para quienes tenemos un cerebro normal. La nazi ha sido entrevistada también en medios de esos centristas que se dicen serios. En una de las entrevistas asegura que sabe que irá a la cárcel por expresar sus ideas y que allí escribirá un libro sobre ellas. Otra sorpresa, pues como todo el mundo sabe, nunca un nazi en la cárcel escribió libro alguno sobre sus ideas nazis ni dictó nada a Rudolf Hess. 

¿Cómo ha conseguido esta popularidad en apenas unos días? Su discurso es todo lo estúpido que puede ser un discurso racista, y la compañía de la que estuvo rodeada cuando lo perpetró es la purria habitual de este tipo de repugnantes actos. Todos los años salen iluminados venidos de más allá de 1945 a decir más o menos las mismas tonterías y a escupir el mismo odio. Así que la única razón por la que esta mujer insufrible ha obtenido popularidad estos días es por su belleza.

Pensar otra cosa es engañarse, y es un engaño creer que se van a acostar con ella todos los que han contribuido a la popularidad de la joven falangista. Pero es la lúbrica fantasía en la que están, y de esto no me cabe la menor duda. En los medios centristas y en los aquelarres anarcocapitalistas, todos ven en ella a una mujer que en la intimidad viste ajustadas tiras de cuero y calza tacones de vértigo mientras sacude un látigo de varias colas. Ven en ella, en el fondo, lo que veían en 1975 los espectadores de «Ilsa, la loba de las SS» cuando Dyanne Thorne, la neumática protagonista de aquella delirante producción canadiense, salía a escena vestida con un uniforme de las SS. Es la película que inauguró el subgénero conocido como naziexploitation.

La chica nazi es todo lo que estas personas sorprendidas desearían para sí, es lo que esperan de una mujer nazi, o lo que creen que debería ser. Les pone. Muchos no lo van a admitir, especialmente quienes han hecho famosa a una persona con un discurso tan repugnante. No estaríamos hablando de ella si fuera una mujer fea. Es así. No es más que una paja adolescente para público infantilizado y falsamente cándido. Al menos, los espectadores de 1975 no estaban acostumbrados a ver delanteras como las de Dyanne Thorne en pantalla grande y venían de una época aparentemente más pacata que la nuestra. Hacerse el sorprendido, decirle a los demás que no comparten su discurso ni sus ideas pero hay que darle voz para no se sabe muy bien qué, es una excusa muy floja para eludir la realidad. Quienes han convertido a esta persona en alguien popular están que se suben por las paredes. No hay más. A mí me daría vergüenza.