Los banqueros, sus clientes y los chinches

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Altea Tejido | Efe

25 feb 2021 . Actualizado a las 09:05 h.

Bernard Kilgore, el editor que relanzó el Wall Street Journal, aleccionaba a sus periodistas: «No escribáis para los banqueros. Escribid para los clientes de los banqueros, que son muchísimos más». Me temo que los periodistas de hoy, contritos por las dificultades que atraviesa la banca, hemos desoído el sabio consejo. Escribimos sobre las lágrimas de los banqueros, que los ricos también lloran, y olvidamos a quienes se las enjugan con sus ahorros, que son, efectivamente, muchísimos más.

No me extenderé sobre las amenazas que asedian a la banca, porque del tema ya se ocupa la frondosa literatura en curso. Citaré solo dos: los bajos tipos de interés actuales, que estrechan los márgenes del negocio, y las elevadas dotaciones a que están obligadas las entidades. Para superar ambos problemas, la banca sigue dos líneas de actuación. Por un lado, la reducción de costes: fusiones y absorciones para generar sinergias y ampliar el poder de mercado, cierre de oficinas y recorte de plantillas, potenciación de la banca electrónica con expresa invitación a que el cliente se las entienda on-line y deje de dar la tabarra en ventanilla. Por otro lado, la búsqueda de nuevos ingresos, que le ha deparado un hallazgo extraordinario: la comisión. Hasta cuarenta tipos de comisiones aplica la banca y paga el resignado cliente: por el mantenimiento de su cuenta, por el ocasional descubierto, por sacar dinero en efectivo, por el préstamo o por la cancelación de hipoteca... Una mina de oro, de múltiples vetas, que ya aporta la cuarta parte de los ingresos de la gran banca. Más dinero que los beneficios que declara.

Pero veamos el asunto desde la perspectiva del cliente. Ayer, si usted disponía de unos ahorrillos, los bancos se lo rifaban. Si hablamos de millones de pesetas, incluso podía exigir que, además de pagarle los réditos, la entidad emplease a su hijo. Hoy te cobran por guardar tu dinero: los chinches de las comisiones te chupan a picotazos los ahorros. Así son las finanzas, dice mi objetor habitual: el banco te presta un servicio, custodia tu dinero y te paga los recibos, y en buena lógica te cobra por ello.

Permítanme mi contrarréplica, telegráfica, con tres puntos y una apelación. Uno, hay comisiones y comisiones: algunas quizá se justifiquen con el argumento de mi contradictor, otras son abusivas como dictaminaron los tribunales. Dos, el pequeño ahorrador está indefenso y cautivo: ayer podía esconder el dinero debajo del colchón, hoy está obligado a abrir una cuenta bancaria para cobrar la nómina, la pensión o el paro. Tres, ¿cómo se come que aumenten las comisiones al tiempo que los costes disminuyen y los servicios prestados empeoran? Si el trabajo del bancario lo realiza usted ahora, usando cajero u ordenador, ¿cómo se justifica que le suban los peajes? Y cuarto, ¿nada tiene que decir el Gobierno en este asunto? Para que no digan que critico y no propongo, les ofrezco humildemente una idea: ¿por qué no liberan de chinches una cuenta, una sola, por cada impositor? Confío en que algún folgado ministro piense también en estas pequeñas cosas.